Lunes, III Semana de Pascua.
Comentario:
Cómo han cambiado los tiempos. Durante la Iglesia Primitiva, cuando eran menos las sectas, los principales precursores del cristianismo, fueron prominentes defensores de la fe; algo así como Esteban, a quien vemos hoy en la primera lectura (Hch 6,8-15) defendiendo con claridad y valentía el Evangelio ante algunos de la sinagoga, quienes no lograban hacer frente a su sabiduría.
Sin embargo, en estos tiempos, cuando se han desbordado las sectas y el pueblo sufre de un desconcierto sin precedentes en el horizonte de la fe, aparecen, no pocos, que en nombre de la Iglesia afirman que no hay que defenderla sino anunciarla. ¡O es silencio omiso ante el lobo que dispersa, o algo más grave aún, una especie de filtración silenciosa del lobo dentro del pastoreo de la Iglesia!
La misma realidad irá, poco a poco, ayudando a hacernos entender que el rebaño está desamparado ante tantísimos falsos pastores e iglesias, que comprometen y ponen en serio riesgo la transmisión del Evangelio a las jóvenes y futuras generaciones. El Espíritu Santo no dejará tampoco de asistir a la Iglesia enviando hombres y mujeres, heraldos de Cristo, que con valentía defiendan la sana doctrina y sanen las muchas heridas ocasionadas en el pueblo de Dios por la proliferación de miles de sectas y movimientos pseudo religiosos.
Para compartir:
1. ¿Te parece que la fe no se debe defender, sino sólo anunciar?
2. ¿Hay alguna relación entre la multiplicacion de las sectas y el silencio ante ellas?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc.
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