El cristiano verdadero acoge y lleva a los niños al bautismo, para que también sean hijos de Dios
Liturgia<📖> Apologética
De la Liturgia de la Palabra.
XXVI Sem. T. Ordinario
Fecha: 01 Octubre de 2018 Comentario: Los niños, en el ambiente bíblico, aparecen con dos posturas muy diferentes, la de Dios, y la de los hombres; la primera, de acogida, que la encontramos en la Fe católica y, la segunda, la de una gran parte de los grupos protestantes, quienes les cierran a los niños la puerta de acceso al bautismo. La Fe católica, en cambio, refleja la paternidad de Dios que los ama y los hace hijos suyos incluyéndoles en la Santa Alianza (cf. Gn 17, 11-12) y eligiéndolos, (Mc 10,13-15; Lc 18, 15-17; Mt 18,10-13) como primeros que a los adultos, para entrar y pertenecer al Reino de los Cielos.
Los niños, en la sociedad, contaban muy poco; no tenían importancia en la comunidad judía y, por tanto, no se les prestaba la atención debida. Situación que en el transcurrir del tiempo, permanece semejante en el mundo de Occidente tanto en las comunidades judeocristianas como mahometanas.
El niño no fue considerado legalmente como persona, hasta muchos siglos después, por lo que no gozaba de una plenitud de los derechos humanos hasta que no tenía la edad de estudiar y la capacidad de cumplir la ley (generalmente en su adolescencia). Durante su gestación, alumbramiento, niñez y adolescencia, se les consideraban propiedad absoluta del padre que podía disponer de él a placer. Hoy en día, la “patria potestad” comienza a verse menguada y reducida con los nuevos marcos jurídicos. Antes, todo lo de la casa le pertenecía al jefe de familia: los hijos, la mujer, los esclavos, los animales domésticos, todo.
Los niños eran objeto, ya que apenas tenían valor y, el que tenían, lo tenían en orden a que algún día serían adultos; entonces comenzarían a contar en la sociedad. La atención, que se les prestaba, no se debía a lo que eran, sino a lo que un día serían.
Jesús de Nazaret tuvo predilección por los pequeños, por los débiles y por los más vulnerables y despreciados. Es una temática que fue constante en la Biblia. Dios elige a los que menos cuentan, a los últimos, a los olvidados, para hacerlos que cuenten, para hacerlos los primeros y los famosos. San Pablo lo expresa así: «Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para humillar a los sabios; lo débil para humillar a los fuertes; lo vil, lo despreciable, lo que es nada, para anular a los que son algo» (1 Cor 1,27-28) Esto alude en cierta forma a la actitud hostil y ciega de la mayor parte de los grupos protestantes de negarle a los niños el bautismo.
En el reino de Dios, los parámetros son muy distintos a los de los reinos de los hombres: «El que se haga pequeño como un niño es el más grande en el reino de Dios»(Mt 18, 4) y en «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y se las has revelado a los sencillos» (Mt 11, 25). Planteamiento que aún no es plenamente comprendido. En momentos históricos, como con san Francisco de Asís y seguidores, en que como un evangelio viviente, era «el mínimo», el padre de una comunidad de mínimos, eligió la «minoría» como signo y seña de los frailes menores.
Jesucristo tenía la costumbre de acoger a los niños y de bendecirlos, imponiéndoles las manos (cf. Mc 10,16). Por otra parte, los niños, más que nadie, se sentían atraídos por la ternura y la bondad de Jesucristo, al que seguían alborozados, hasta el punto que, incluso en el templo, gritaban dándole vivas: «Viva el Hijo de David», algo que indignó a los escribas y a los sacerdotes (Mt 21,15); Jesucristo les replica con el salmo 8: El cielo sublime canta la majestad de Dios y, entre tanta grandeza, hasta los mismos niños se unen jubilosos a esa alabanza cósmica, proclamando, sin saberlo, la mesianidad de Jesucristo, cosa que no hacen los mayores, ni siquiera los dirigentes, como ellos.
Jesucristo resalta al niño como modelo y causa común, sobre todo con sus discípulos. Postura análoga al lavatorio de los pies, el servicio a los demás y a Dios. El servidor de todos actúa con humildad y sencillez, con amor. A su vez, el mayor es el servidor, el que sirve al más pequeño, al más débil, al más necesitado; los que pretender dirigir tienen que servir al más débil y necesitado. El primero debe ser el último, y el menor debe ser el mayor. Ante la ambición de los apóstoles -y especialmente los hijos de Zebedeo- por querer ocupar los primeros puestos en el reino, Jesucristo dijo esto: «Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. Entre vosotros no debe ser así, sino que si alguno de vosotros quiere ser grande, que se haga vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos». (Mt 20,25-26).
Preguntas para compartir:
1. ¿Conoces la diferencia entre un niño y un adulto? ¿Por qué Jesús enfatiza su mensaje de ser como un niño?
2. ¿Te sientes como un niño que acude al regazo de Jesús?
Elaborada por:
D. Dr. Ludwig Schmidt H.
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Comentario: Los niños, en el ambiente bíblico, aparecen con dos posturas muy diferentes, la de Dios, y la de los hombres; la primera, de acogida, que la encontramos en la Fe católica y, la segunda, la de una gran parte de los grupos protestantes, quienes les cierran a los niños la puerta de acceso al bautismo. La Fe católica, en cambio, refleja la paternidad de Dios que los ama y los hace hijos suyos incluyéndoles en la Santa Alianza (cf. Gn 17, 11-12) y eligiéndolos, (Mc 10,13-15; Lc 18, 15-17; Mt 18,10-13) como primeros que a los adultos, para entrar y pertenecer al Reino de los Cielos.
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