Apologética en la Liturgia de la Palabra
V Domingo de Cuaresma, solemnidad. Ciclo B / Año impar.
Lecturas del día: Jr 31, 31-34; Sal 50, 3-4.12-15; Hb 5, 7-9; Jn 12, 20-33.
Comentario:
En el Salmo de hoy (salmo 50 según la tradición Septuaginta/Vulgata o 51 según la numeración hebrea), leemos: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado” (v. 3-4). Un texto usado, por los no católicos, para “justificar” su creencia en la confesión directa con Dios.
Pero que dicho texto “enseñe” tal cosa, no es más que una lectura aislada de ese pasaje bíblico. Todo católico, educado en la fe, sabe que Jesús le concedió a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados (cf. Jn 20, 23; 2Co 2, 10) y que estos –ejerciendo el poder de “atar y desatar”*(cf. Mt 18,18)- concedieron ese poder a sus sucesores y sus colaboradores (nuestros obispos y los sacerdotes). De allí la exhortación apostólica a practicar la confesión (cf. Rm 10, 10; St 5, 16; 1Jn 1, 9).
A nuestros hermanos protestantes les aterra la idea de «confesar» sus pecados a otro «pecador», pero esta práctica no es ajena a la Biblia. En el Nuevo Testamento vemos que quienes acudían a Juan el Bautista, arrepentidos, confesaban sus pecados y éste los bautizaba en el Jordán (cf. Mt 3, 6); y los que se convirtieron en Éfeso (cf. Hch 19, 18) con San Pablo vinieron a él “confesando públicamente todo lo malo que antes habían hecho” [1].
De hecho, esto último -la confesión PÚBLICA- fue práctica común en la Iglesia hasta el siglo VI cuando los monjes irlandeses hicieron menos dura esta práctica sacramental, sustituyéndola por la confesión privada (la que hoy conocemos). Por su parte, en el Antiguo Testamento, también vemos que había «confesión» ante los hombres: Si leemos Lv 5, 1-4 encontramos una serie de “pecados” por los cuales se debía ofrecer a Dios un sacrificio (oveja, cabra, cordero, dos tórtolas o una porción de harina); no obstante, en el v. 5 claramente dice que “deberá confesar el pecado que cometió” y añade que -con el sacrificio ofrecido- “el sacerdote obtendrá el perdón de los pecados de esa persona” [2].
No se engañe “creyendo” que la confesión es un invento católico. Fue instituida por Cristo, practicada por su Iglesia y anticipada por el pueblo judío. De esa manera, Dios nos perdona y nos deja un signo sensible de su perdón; así como Cristo, usó la curación del paralítico para mostrar (con un signo sensible) que Él tenía poder para perdonar los pecados (cf. Mt 9, 2-6).
Fuentes:
[1] Tomado de: “Dios Habla Hoy. La Biblia con Deuterocanónicos”. Versión popular, segunda edición. Sociedades Bíblicas Unidas (1.979).
[2] Idem.
Para compartir:
1.- ¿Cómo le explicarías a un hermano no católico que la confesión que hoy conocemos es más misericordiosa y compasiva que la practicada antiguamente_
2.- ¿Crees válido que en ciertas circunstancias le confesemos nuestros pecados sólo a Dios? ¿Sabes que enseña la Iglesia al respecto?
Elaborado por:
Nelson Ledezma, mfc