I Domingo de Adviento
*Lecturas del día:* Is 2, 1–5; Sal 122, 1–9; Rm 13, 11–14; Mt 24, 37–44
*Comentario:*
La Liturgia de hoy, que abre el tiempo del Adviento, ofrece una hermosa pista que puede llevar a muchas almas a encontrar, por fin, a Cristo. Son almas que gimen y dicen: _“Señor, enséñame tus caminos, para caminar por tus sendas”_ *(Is 2, 4)*.
La senda que nos da hoy la Palabra de Dios es la humildad:
Al Señor le encontraremos en aquellos servidores suyos, que dan testimonio de desprendimiento y liberación de todo aquello que ambicionan y codician los hijos de las tinieblas, los servidores del diablo: dinero, opulencia, codicia, fama, poder, prestigio.
El pasaje de Isaías y el Salmo 122 anuncian que, al llegar la plenitud de los tiempos, la casa donde el Mesías se manifestará, la nueva Jerusalén, la Iglesia, a donde deben los pueblos ir a buscar el Mesías, es en un lugar elevado, una cima ubicada sobre Montes Santos. Dice así el profeta: _”Al fin de los tiempos, el cerro de la Casa de Yavé será puesto sobre los altos montes y dominará los lugares más elevados. Irán a verlo todas las naciones y subirán hacia él muchos pueblos, diciendo: “Vengan, subamos al cerro de Yavé, a la Casa del Dios de Jacob, para que nos enseñe sus caminos y caminemos por sus sendas.”_ *(Is 2, 2-3)*
El Mesías, en lugar de manifestarse en grandes fortalezas militares, grandes palacios, altas cumbres de poder sobre el resto de las personas tratadas como servidumbre, lo hace en la cumbre, pero de la humildad, de la humillación de sí mismo: nacerá en un pesebre, entre animales, despreciado, dado que no hubo casa que le recibiera para que su madre le diera a luz; elevado en una cruz, humillado con corona de espinas y no de oro, con latigazos sobre su cuerpo y no bandas presidenciales, desfigurado y no exhibiendo esbelto físico; compartiendo el tiempo con los más despreciados y no indiferente hacia ellos entre los más encopetados.
He aquí el camino de la Iglesia hoy, para atraer hacia el Monte Santo a todos los hijos que se fueron de su casa a buscar al Señor entre falsos montes. Esos falsos montes tienen características que de manera muy escandalosa distan del verdadero Monte Santo. ¡Vaya testimonio el que nos ofrece el Papa Francisco, llamando a todos los sacerdotes a vivir humildes, cercanos al pobre, sin forrajes de lujo! Cuando veas personas que dicen ser ministros de Cristo, pero se elevan rápidamente en su orgullo, propietarios de grandes corporaciones empresariales, dirigiendo supuestas “iglesias” bajo la forma de franquicias, viajando en aviones que son de su propiedad personal, acumulando en sus cuentas bancarias inmensas masas de dinero, ya sabemos que ese Monte Santo no es el de Cristo.
Anda y busca el Monte Santo de un humilde pesebre dentro de un hogar, el Monte Santo de una cruz dentro de un templo donde se congreguen personas que día a día se humillan a sí mismas ante cualquier prójimo que se les cruce en el camino, y allí habrás encontrado, al fin, la puerta de entrada a la Casa de Yahvé.
*Para compartir:*
1) _¿Son “iglesias de Cristo” aquellas denominaciones cuyos dirigentes se forran de modo suntuoso de grandes bienes materiales?
2) _¿Qué señal nos da el testimonio y persistente llamado del Papa Francisco de ser una Iglesia humilde y cercana a los más desfavorecidos?_
*Elaborado por:*
Pbro. Héctor Pernía, mfc
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