Necesario y mejor, es prevenir que lamentar.
Un factor indispensable para ayudar a prevenir y evitar el adulterio es preparar adecuadamente el inicio de la vida conyugal y no improvisar jamás, sobre todo, en el plano espiritual, económico y afectivo. Octavio Escobar (psicólogo), aconseja con un lengiaje coloquial, que:
«El noviazgo es para ahorrar tres años de sueldo, de manera que (…) [la madre] pueda dedicarse a cuidar de sus hijos y no le falte nada. Un noviazgo sin compromiso, va al fracaso. Un hombre sano busca a quien proteger y cuidar. Si ha habido heridas y la esposa se convierte en protectora y cuidadora, el esposo le va a ser infiel, y buscará una amante pobre a la cual protegerá y cuidará. Muchos adulterios no se dan por sexo, sino por pérdida de rol del marido en el matrimonio. Mujeres que ganan más que los hombres, ganen menos. Permítanle a él, que sea el macho Alfa».
Abre el evangelio de Juan en el capítulo ocho, desde el versículo uno, y entre todas las actitudes que allí encuentres del público, ante una persona que cometió el pecado del adulterio, asume la actitud de Cristo. Fíjate en la actitud de todos los demás, pero para verte reflejado en ellos, porque algo en común puedes tener.
Las consecuencias de reaccionar según los propios impulsos, o los consejos que de una u otra persona te puedan venir, son impredecibles. Para que no te suceda que la medicina sea peor que la enfermedad, deja que sea Cristo quien gobierne tus pensamientos, criterios, actos y sentimientos. Por eso la importancia de que, con ayuda de la Biblia, te fijes detenidamente en ir moldeando tu ser, con la actitud y forma que Cristo utilizó ante la mujer que querían juzgar públicamente por el pecado del adulterio.
A partir de este instante, haz en tu corazón un acto solemne de renuncia de ti mismo(a) para que le cedas a Cristo la dirección de cómo vas a manejar la infidelidad de tu cónyuge. Si ya lo has hecho, sigue entonces las siguientes indicaciones del psicólogo Octavio Escobar para los casos de infidelidad matrimonial:
«Jesús habló del adulterio, pero a la adúltera la perdonó. Debo amar al pecador y odiar el pecado”.
Agrega, además, un comentario a partir del encuentro de Jesús con la mujer adúltera que iba a ser apedreada por los maestros de la ley y los fariseos:
«Jesús se incorpora, se levanta y les dice: El que esté libre de pecado, lance la primera piedra» (Jn 8, 7). Para aplicar la ley, hay que tener un corazón puro. Es decir, siendo uno pecador, no puede acusar a otro pecador. El que juzgaba tenía que ser alguien de corazón puro, bueno. Quién eres: ¿el fariseo, la mujer o Jesús? ¿Del lado de los fariseos? ¿Puedes juzgar a los demás? ¿Tienes autoridad para juzgar a los demás como Jesús? No. Jesús está enseñando a no condenar. No tenemos autoridad para tirar la primera piedra. El Señor, le concede un don a cada hombre: conciencia de pecado, reconocer que se ha fallado. (…) Jesús se quedó a solas con ella. Al ver a alguien que ha fallado, debes decir: “todavía no me ha tocado a mí”. Jesús defiende a la mujer. Aquí comienza a sanar a la mujer: “tú eres valiosa para mí, Jesús te ama”. La primera tarea con el pecador es defenderlo, amarlo; ponerse en medio para salvarle la vida. Esto ya es un acto de amor. Ponte ahora en la piel de la mujer, “los condenados”. Ya entendiste que, como Dios te ama, debes amar así a los demás».
1.- ¿De qué causas o errores pueden provenir los adulterios?
2.- ¿Para sanar y prevenir que no se repita el adulterio, qué decisiones y cambios deben darse en la pareja?
P. Héctor Pernía, mfc
El contenido fue tomado de la ‘Guía de Auxilio Espiritual,’ elaborada por el mismo autor de esta publicación.