Apologética en la Liturgia de la Palabra
Viernes, IV Semana de Cuaresma. Ciclo A
Lecturas del día: Sb 2, 1. 12–22; Sal 33, 17–21. 23; Jn 7, 1-2. 10. 25-30.
Comentario:
La apologética de hoy va dedicada a quienes necesitan razones para seguir viviendo.
Leyendo la palabra de Dios de hoy se me vino a la mente la canción de Marc Anthony: “Vivir mi vida”, por lo relacionado de su letra con este tema tan importante:
Y para qué llorar, pa’ qué
Si duele una pena, se olvida
Y para qué sufrir, pa’ qué
Si así es la vida, hay que vivirla, la la la
Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida, la la la la
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida, la la la la
¡Eso!
Voy a vivir el momento…
Me atrajo la atención no por la música, que ciertamente es pegajosa y gusta al oído, sino por el fatalismo que esconde en sus versos, porque arrastra a derrumbarse y resignarse con emociones pasajeras en el autodestructivo mundo de la droga, el desenfreno, la rebeldía, el licor; en fin, al programa de conductas equivocadas que describe hoy el libro de la Sabiduría:
“Razonando erróneamente, se decían: «Corta y triste es nuestra vida; la muerte del hombre no tiene remedio (…) Nuestro tiempo es una sombra fugaz y nuestra muerte, irrevocable, porque se ha puesto el sello y nadie regresa. Venid, pues, y disfrutemos de los bienes presentes, gocemos de la realidad con impaciencia juvenil; embriaguémonos de vinos exquisitos y perfumes, que no se nos escape la flor primaveral; coronémonos de rosas antes que se marchiten; que ninguno de nosotros se pierda nuestra orgía, dejemos por todas partes huellas de la alegría; que ésta es nuestra suerte y nuestra herencia. Oprimamos al pobre que es justo, no tengamos compasión de la viuda ni respetemos las canas llenas de años del anciano. Que nuestra fuerza sea norma de la justicia, porque la debilidad se demuestra inútil. Pongamos trampas al justo, que nos fastidia y se opone a nuestras acciones; nos echa en cara nuestros delitos y reprende nuestros pecados de juventud” (Sb 2, 1. 5-12).
Muchos, por vivir apartados de Dios, llevan una vida de aniquilación y vacío que tratan de ahogar y olvidar mediante la adicción a goces momentáneos. La ausencia del sentido de la vida, en muchos seres humanos, Cristo la comprende, porque Él mismo pudo ver en sus propios parientes, la incredulidad, la superficialidad, la vanidad y la aridez espiritual (cf. Jn 7, 2-5; Mc 3, 21).
¡Hay una buena noticia!
Podemos abrir los ojos y salir de todo el valle de frustración en el que vivimos si descubrimos que hay un mundo distinto por delante a punto de despuntar si nos dejamos transformar por estas palabras de Cristo a la mujer samaritana: “…el que beba del agua que yo le daré nunca volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en un chorro que salta hasta la vida eterna” (Jn 4, 14). Con Él vencemos para siempre la muerte, y Él está vivo esperándonos en cada Eucaristía y en el brillo de los ojos del más necesitado.
Cristo quiere liberarnos de la oscuridad existencial y llevarnos hacia la luz de la eternidad.
Para compartir:
1.- ¿Qué te llamó la atención del texto de la canción y del libro de la Sabiduría?
2.- ¿Te rodean personas con un perfil semejante al descrito en esta publicación? ¿Qué te pide el Señor que hagas por ellos?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc