Liturgia<📖> Apologética
I Sem. T. Ordinario
Fecha: 16 enero de 2019
-
Comentario: Muchos hermanos esperados dicen: «Jesús no fue nunca sacerdote, nunca uso sotana ni perteneció a la Iglesia Católica, nunca hizo una misa y tantas otras cosas más que hacen los sacerdotes católicos.»
Toda la carta a los Hebreos es una demostración de que tales hermanos desconocen a Cristo y poco o nada leen dicha carta. En el texto que nos trae la Liturgia de hoy (Hb 2, 14-18) leemos que es Cristo el Sumo Sacerdote que puede compadecerse y expiar el pecado y el dolor de la humanidad, porque siendo Dios asumió en plenitud nuestra condición humana, menos en el pecado, (cf. Hb 4, 15) y no se avergüenza, por ello, de llamar hermanos, a los que redime y salva (cf. Hb 2, 11).
«La unión de la deidad de Cristo y la encarnación de Jesús nos convence de que Jesús es el Mesías Salvador prometido desde el Antiguo Testamento; Jesús ahora es el Sumo Sacerdote sentado a la diestra de Dios.» [1]
A diferencia de los sacerdotes levitas del Antiguo Testamento, que no podían ellos mismos liberar a los pecadores, porque no derramaban una sola gota de su sangre por ellos; Cristo, en cambio, es ”el Sumo Sacerdote que penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una liberación definitiva…” (Hb 9, 11-12) Él puede liberar al hombre de su pecado porque es verdadero Dios y verdadero hombre (cf. Gal 4, 4), «por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen, y se hizo hombre»[2] porque pagó y venció con su misma muerte y resurrección el precio del pecado y la muerte de todos. Los sacerdotes levitas aunque se hubieran sacrificado ellos mismos por los pecadores, no eran capaces de darles liberación definitiva porque eran sólo hombres, tan pecadores como ellos. Tan imperfectos eran que cada año tenían que repetir los sacrificios que ofrendaban (Hb 9, 25). Cristo, en cambio, es Dios (1Jn 5, 19-20) y se sacrificó a sí mismo por y para los hombres de todos los tiempos, una sola vez y para siempre, porque Él es eterno y su sacerdocio es eterno, a la manera de Melquisedec (Hb 5, 6).
Acerquémonos por lo tanto sin temor, y movidos por el amor que Cristo nos prodiga en la cruz, al trono de gracia de ese Sumo Sacerdote excepcional (cf. Hb 4, 14-16) que puede compadecerse de nuestros extravíos, y no nos hagamos eco ni partícipes de la ignorancia de aquellos que por desconocimiento de las Escrituras terminan desconociendo al mismo Jesucristo.
Fuente:
(1) http://www.ayudapastoral.com/2016/05/25/hebreos-el-real-sacerdocio-de-jesus-1/(2) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 464, 483. Cf. Concilio de Constantinopla I, Symbolum, DS 150; cfr. Concilio Vaticano II, Const. Lumen Gentium, 55.
Preguntas para compartir:
1. ¿Podría ser Jesucristo el Sumo Sacerdote capaz de alcanzarnos la salvación, si no hubiese en Él mismo, la plenitud de la humanidad o la plenitud de la divinidad?
2. ¿A qué se deberá que haya grupos o sectas que nieguen que Cristo es sacerdote?
Elaborado por:
Yaidycar Brown, mfc
P. Héctor Pernía, mfc
Los comentarios están cerrados.