Pbro. Héctor Pernía, mfc
Su concepto del hombre puede ayudar a la ideología de género.
(579) Si lo conociera y profundizara se corregiría de sus muchos errores y se perfeccionaría convirtiéndose, tal vez, en un gran bien para la humanidad. Más hermoso y noble aún, la fe cristiana cree y predica no una relación hombre-mujer fracturada sino en unidad, que cicatriza y corrige toda visión prejuiciada de nuestra fe y de la misma persona. Leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica:
“Cada uno de estos dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del Creador: El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2,24). De esta unión proceden todas las generaciones humanas” (cf. Gn 4,1-2.25-26; 5,1) (n. 2335).
La fe cristiana católica es portadora de una visión completa y plena del hombre que puede contribuir al esfuerzo de aquellos activistas de esa ideología de género que de manera convencida y sincera buscan hacerle un bien a las personas. Muy especialmente, lleva a la perfección la aspiración de igualdad que intenta alcanzar.
La fe cristiana tiene lo que a la ideología de género le falta.
(580) Mientras la ideología de género ofrece una visión distorsionada y obtusa de las personas concentrando toda su atención en el uso de sus genitales y el placer sexual; y de un concepto de la persona teñido de rivalidad, pugna y polarización hombre-mujer; y sella y protege esa unidad mediante el vínculo de la alianza matrimonial, siendo ambos una sola carne: «hombre y mujer». En la fe cristiana nunca se les concibe por separado sino como un solo ser, en atención de que en el matrimonio no se cuentan como «dos» sino como «uno».
En Cristo, hombres y mujeres puedes encontrar, de manera plena, pura, santa y sublime, la aspiración de igualdad. Sólo que, para proteger del error y no equivocarse, se les pide buscarla a la manera de Dios y no a la manera de los hombres: igualdad en dignidad. Dice en el Catecismo de la Iglesia Católica: “Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer. El hombre es una persona, y esto se aplica en la misma medida al hombre y a la mujer, porque, los dos, fueron creados a imagen y semejanza de un Dios personal” (n. 2334). Desigual y discriminador habría sido si al varón lo hubiese hecho persona e imagen suya y a la mujer no.
En la Red Católica Misionera Hospitalitos de la Fe nos hemos unido en el criterio de que en aquellos servicios misioneros donde es un matrimonio el que está al frente, no los contamos como dos sino como uno; para ver y recibir el matrimonio desde la perfección que sólo de Dios nos puede venir, y no según el ya conocido modo diabólico de dividir lo que Dios ha unido, en partes opuestas, para luego ponerlas en pugna, en odio, y hacer que ellas mismas entre sí se destruyan. Lo mismo que sucede con las derivaciones protestantes y la fe cristiana, ocurre también acá con la ideología de género. ¡Nada nos perturba, Dios es victoria!
La Iglesia Católica no es portadora de una fe propia, sino de la que le fue revelada y le fue confiada por nuestro Señor Jesucristo, quien dijo: “¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? De manera que ya no son dos sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,4-6). Y para entender cómo se consuma o realiza esa unión en un solo ser, San Pablo compara el matrimonio con la unión indisoluble, en un solo ser, entre Cristo (la Cabeza) y su Iglesia (su Cuerpo), cuando dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa y los dos formarán un solo ser. Es éste un misterio muy grande, pues lo refiero a Cristo y a la Iglesia” (Ef 5,31).
Advierte ante el peligro de atentar contra la unidad del ser humano.
(581) El Papa Francisco, en su Encíclica ‘Laudato Si’ nos recuerda que “cada uno de nosotros tiene una identidad personal (…) La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito de lo físico y biológico. (…) consideramos al ser humano como sujeto, que nunca puede ser reducido a la categoría de objeto (n. 81). Más adelante añade: “Si el ser humano no redescubre su verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina contradiciendo su propia realidad…” (n. 115).
Así como hay trasnacionales del aborto que asesinan a los niños para venderlos por partes, también hay ideologías que pretenden fracturar y parcializar en pedazos al hombre para hacer de cada elemento en el que lo dividen, un objeto de consumo y disfrute a la manera de un producto cualquiera del mercado. Los activistas de la ideología de género dividen la genitalidad del resto de la persona, como si se tratara de las gavetas de un armario o de un escritorio.
La ideología de género conduce al egoísmo.
(581) Hace ver al otro como un potencial adversario y centra en la rivalidad la relación entre unos y otros; de ahí que, para tenerlos a raya, establece una línea de protección llamada ‘igualdad’, como diciendo siempre: ‘Tú no eres más que yo’.
La fe cristiana, en cambio, nos lleva a mirar que el otro es mi hermano, por ser todos hijos de un mismo Padre que nos ha dado la vida.
La ideología de género hace girar todo el entorno hacia el propio yo y a todos los ve en función de sí mismo; es decir, los vuelve instrumentos para la auto satisfacción. Esto es de plano discriminador. La fe cristiana nos mueve a otro horizonte diferente, nos lleva a mirar en el testimonio de Cristo lavando los pies a sus discípulos en la última cena, otra orientación. Nos abre a la renuncia de sí mismo y al encuentro con el prójimo, haciendo de él el centro de toda relación de amor, para hallar la alegría de vivir y el gozo verdadero. Dice el Papa Francisco:
“El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo. Porque el ser humano, dotado de inteligencia y amor, y atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador”[1]
Esto tal vez te parezca gracioso; pero es, al fin y al cabo, la verdad.
(582) ¿Te imaginas una igualdad de género entre los animales? ¿La gallina emancipándose del gallo? ¿ya no aceptando más que éste la pise, sino que, en adelante, decida ella pisarlo a él? Qué tal la gallina diciéndole al gallo: ‘¡Ahora los huevos los pones tú!’ ¿Te imaginas algo semejante entre los gatos, los perros, el ganado vacuno, porcino, caprino, o entre las aves? Una vaca enfrentando al toro diciéndole: ‘¡En adelante seremos iguales! ¡Ahora usted se tiene que mandar a poner una ubre y dejar que lo ordeñen! ¡Ya basta que siempre sea yo la que lo haga! ¿Te imaginas vacas o toros trans?
¡Esto es mucho más serio que un chiste! No nos extrañemos que de aquí a unos años también digan que un hombre se pueda casar con un caballo simplemente porque ama a su caballo, que llamen discriminadores a quienes los critiquen o denuncien, y que, para rematar, el caballo se vuelva activista de la ideología de género y se revele contra el hombre diciéndole: ‘¡Ahora tú me cargas a mí y yo seré tu jinete! Suena gracioso y tal vez exagerado imaginarlo; pero por ahí va el absurdo de la ideología de género.
¿Cuánto tiempo nos costará entender que la diversidad no es dominación sino complementariedad y riqueza, y que el vínculo del amor mutuo protege a la diversidad de los peligros de opresión y la esclavitud?
La ideología de género no funciona.
(583) En una ocasión, en la ciudad de Puerto Ayacucho – Venezuela, estaba ya a punto de comenzar a celebrar la Santa Misa cuando, del grupo de los monaguillos, una niña me hizo esta pregunta: ‘Padre, ¿por qué Jesucristo no fue mujer?’. Quedé mudo y desconcertado ante tal pregunta, y le dije: ‘Hija, déjame pensarlo bien, y apenas tenga una respuesta te la daré’. No pasó un segundo cuando un niño más pequeño, de unos nueve años de edad, sin pensarlo mucho le contestó: ‘Jesucristo no fue mujer porque si lo hubiese sido no hubiera podido cargar con la cruz tan pesada que le pusieron en su espalda’. ¡Ja ja ja!
Quedé con la boca abierta, y perplejo, ante la perfección y la belleza de la respuesta que el niño le dio, y de ver cómo me ganó a mí, sacerdote, contestando algo que yo debía estar preparado para responder enseguida. Creo que en esta anécdota se explica claramente que la ideología de género no funciona.
Los niños rechazan esta ideología.
(584) Intentando educar a un niño de tres años según la ideología de género una madre lo llevó a una tienda de juguetes y le ofreció si quería una muñeca. De modo muy natural, el niño le contesto: «es para niñas». Le mostró otro de color rosado con el rostro de una mujer dibujado y el niño volvió a decir: «es de niñas». Enseguida el mismo niño, él sólo, se dirigió a donde estaba un estante de camiones y escogió él mismo el que quería.
Hagamos cuenta que quien le ofreció los regalos de niñas era un militante de la ideología de género que no pudo imponerle al niño su híbrido de ambigüedad y falta de identidad. El niño fue tajante y muy espontaneo en manifestar y hacer prevalecer con total claridad su propia identidad, su ser.
Otro niño más pequeño, que aún gateaba, al mirar en frente juguetes para niñas y niños, él escogía siempre jugar con pelotas y coches. Estos sencillos ejemplos los puede corroborar el lector a diario en cualquier niño que encuentre en cualquier lugar del planeta.
[1] FRANCISCO, «Laudato Si», Op. Cit., n. 83.
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