Hospitalitos de la Fe – Para Sanar mi Fe

Las vestiduras blancas en la religión yoruba

Pbro. Héctor Pernía, mfc

Dos vestiduras blancas nada iguales: la del cristiano y la de la religión yoruba.

(523) Las prendas de color blanco que usan en la religión yoruba para vestirse indican un pacto de pertenencia a espíritus que no son de Dios. Al usarlos se obligan y consagran a vivir, en adelante, para espíritus nada santos que serán sus dueños, los que poseerán su alma. Nada de esto está permitido para un cristiano.

En la religión yoruba, para obtener el primer traje con sus respectivas prendas de accesorio, la persona tiene que pagar altísimas sumas de dinero y no permitir que ni un zancudo lo ensucie. Pero eso no cuesta tanto en realidad. Lo que más le va a costar para el resto de su vida es el error de haber vendido su alma al haber manchado su alma con el pecado de darle la espalda Cristo, que por ella se sacrificó en la cruz.

Esta es la ropa que viste el alma de un hijo de Dios.

(524) En el caso de los cristianos, el traje que necesitamos y que Dios nos manda a llevar puesto, lo adquirimos y estrenamos el día de nuestro bautismo, nos lo volvemos a poner el día que recibimos a Cristo en la primera comunión; y, en adelante, cuando se nos ensucia por el pecado, lo volvemos a limpiar acercándonos al Sacramento de la Confesión. Tertuliano, gran defensor del cristianismo en el siglo II, acerca del bautismo decía: “es el vestido de la fe, que antes estaba desnuda”[1]. Ese vestido es el estado de gracia y sin pecado que cada uno debe conservar limpio hasta el día que Dios nos llame de este mundo. En ese momento, cuando sea nuestra última respiración, iremos resplandecientes ante la presencia de Dios. Es tan hermoso este misterio que al escribirte sobre él me hizo llorar; no tengo palabras para decírtelo yo mismo. Mejor, vayamos a la Biblia para nutrirnos directamente de la inspiración de Dios: Lc 20,27-36; 1Cor 15,35-55 y 2Cor 5,1-10.

Para ese traje Dios lo pensó todo con misericordia y sabiduría, ya que calza bien para todos: no importa ni la talla, ni el color, ni la edad, ni el sudor del trabajo de las personas que lo quieran vestir. Lo que cuesta y basta para usarlo es la pureza del corazón. Si lo llevamos puesto entramos al cielo; si no lo llevamos puesto, dice la Palabra, ese día el Señor nos dirá: ¿Cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? Entonces quedaremos enmudecidos por no llevar el traje correspondiente. Entonces el rey dirá a sus ministros: Atadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes» (Mt 22,12-13). A quienes tomaron el camino de la religión yoruba, afuera le esperarán, no precisamente los orishas (porque eran sólo leyendas y fantasías) sino, más bien, los demonios para quienes prefirieron vestirse y ofrendar sus vidas y sus cuerpos. Son demonios con nombre: Yemayá, Orunlá, Obatalá, etc.

¿Quién debe vestir a un ser humano: Jesucristo o los orishas?

(525) Todo lo creado, y todo lo que respire, debe estar vestido por su Creador; y más si se trata de un cristiano. A los hijos de Dios los viste Jesucristo; no lo visten los orishas.

Si usted, amigo lector, desea conocer con más detalles y exactitud cómo ese el traje de Cristo para ponérselo, lo puede encontrar en la Biblia leyendo Ef 6,10-22. Es de este traje espiritual, que todos debemos estar vestidos a cada momento. Debemos conservar fielmente esa vestidura toda la vida, sin cambiarla por otra nueva que aparezca después.

Vestirnos de blanco para otros dioses nos hace caer en apostasía (cf. 2Tes 2,3) y, a la vez, en grave pecado de idolatría. Será echado fuera del cielo y será de él el llanto y el crujir de dientes (cf. Mt 22,11-13; Ap 7,9; 16,15).

El cristiano llevará puesto siempre su traje de nupcias con Cristo.

(526) El escasísimo conocimiento de su fe que tiene el católico común ha sido causa de que muy pocos sepan que, una vez bautizados, cada uno queda unido nupcialmente con Cristo para siempre; no por obra o mérito nuestro, sino por mérito y por la gracia de Cristo que nos vistió de pureza y santidad lavando nuestros pecados con su sangre derramada en la cruz; por lo que es una dolorosa separación de él y una grave infidelidad, que un cristiano adquiera luego nupcias con otros dioses.

Esto dice en 2Cor 11,2-4: “Estoy celoso de ustedes, y son celos de Dios, pues los he ofrecido a Cristo como una joven virgen a la que yo he desposado con el único esposo. Y mi temor es que la serpiente que sedujo a Eva con astucia, podría también pervertirles la mente a ustedes, para que dejen de ser sinceros con Cristo”.

No nos engañe el blanco de las prendas yorubas, pues nada puras son.

(527) Lo puro o lo blanco impecable para los “orishas”, es todo lo contrario para Dios. Para los ojos de la carne esas prendas son blancas, pulcras y primorosas; pero para los ojos del espíritu, son todo lo opuesto: sucias, reprochables, inmundas. Las ropas que llevemos puestas, sean de algodón, lino, seda, cuero, o de cualquier color, jamás nos van a hacer más justos y buenos, ni muchos menos van a cambiar el curso y las consecuencias de lo que hacemos con nuestros propios actos.

También de este modo vivían los fariseos y escribas, más pendientes de las apariencias que de su manera de vivir; y a ellos Cristo les denunció su doble vida diciéndoles: “Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y el plato, y límpialo luego también por fuera. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, hermosos por fuera, mas por dentro llenos de huesos de muertos y de toda suerte de inmundicias!” (Mt 23,26-27).

Vistámonos de blanco por dentro, en el alma.

(528) Es allí donde debemos estar siempre impecables, para Cristo y para los demás. Para Cristo, porque por nosotros Él se vistió con la pureza del amor más sublime, al derramar su sangre por nuestros pecados. Siendo Él inocente y enteramente justo, se sacrificó en la Cruz para pagar por nuestros delitos, por nuestras culpas y salvarnos del infierno. Para los demás, porque a Cristo lo encontramos siempre en el prójimo.

Nadie más y mejor que Cristo merece el honor de todo nuestro amor y de ofrendarle todo nuestro cuerpo. Esto nos manda la Palabra de Dios: “Os ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios, éste es vuestro culto racional” (Rm 12,1).

Si nos ponemos esas vestiduras blancas de la religión yoruba ofendemos la santidad de Dios. Es una burla y un desprecio a Cristo que con su muerte en la Cruz adquirió con el sacrificio y el precio de su propia sangre cada uno de nuestros cuerpos (cf. 1Cor 6,20; Ap 5,9). Es sólo para Cristo y no para otros dioses o espíritus que nos debemos vestir.

Una pregunta y un consejo para quien usa vestiduras de la religión yoruba.

(529) ¿Qué escoges?: ¿una vestidura blanca que es espiritualmente negra y con olor a muerte eterna, a condenación? ¿o la vestidura blanca del bautismo que espiritualmente lleva el rojo de la sangre de Cristo crucificado con la cual cancela para siempre la deuda contraída por el precio de nuestros pecados? La primera vestidura nos convierte en esclavos; la segunda nos hace libres.

¿A quién no le llama la atención o le atrae una vestidura totalmente blanca y limpia?

(530) Todo lo que Satanás concede se convierte con el pasar de los años en maldición y látigo de castigo para quienes con él hacen compromisos. Con la misma fortuna que seduce les conducirá a la ruina de su entorno (una vida ya en infierno), y les va apartar de lo más importante: la salvación de su alma.

Le hace creer a los miembros de la religión yoruba que por usar determinadas vestiduras y prendas se le van a conceder el bienestar y la solución de sus necesidades; y en efecto, les hará conseguir soluciones a necesidades que tienen; no porque les ama, sino como lazo para atarlos, para hacer que pongan su confianza en él y no en Dios, para arruinarles la vida y su familia.

Quien esté pensando entrar a esa religión debe elegir:

(531) ¿La solución momentánea de lo pasajero y que luego le va a destruir, o lo que permanece para siempre y le dará la vida eterna aunque tal vez tenga que tomar la cruz y llevarla con sacrifico y amor? Ha de saber que el poder de las tinieblas nunca concede milagros, ya que éstos sólo provienen de Dios; lo que Satanás resuelve es artificio para confundir y poseer almas; nunca da algo gratis.

Una prenda de ropa no posee poderes ni energías, y no le puede dar a nadie la fortuna que anda buscando. Eso es idolatría. ¡Acuda a Jesucristo; “En Él reside la plenitud de la Divinidad corporalmente!” (Col 2,9). Tal vez fuiste cristiano, pero en realidad y en verdad nunca buscaste a Cristo como corresponde. Anda con Él; “haz la prueba y verás que bueno es el Señor” (Sal 33,1).

¿Tanto nos preocupa y afana lo terrenal?

(532) ¿Qué cuentas rendiremos el día que nos presentemos ante el tribunal de Cristo, si por la ambición de los bienes y placeres de este mundo a él lo hemos echado a un lado de nuestras vidas?

Pensemos un instante lo que dijo san Pablo: “Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo” (Flp 3,7-8).

¿Por qué tantas normas para el uso de las prendas y vestiduras yorubas?

(533) Quiénes son en realidad los ‘padrinos’ o ‘madrinas’, y los babalaos yorubas? Ellos, y no los orishas, son quienes inventan las normas que sus manipulados súbditos deben cumplir en el uso de las prendas que les mandan a comprar y usar, y en el resto de órdenes que les dan. Les mienten haciéndoles creer que por no saltarse ni una coma en el cumplimiento de esas normas, se le van a solucionar los problemas y van a mejorar sus vidas. Lentamente van llevando a sus víctimas a la bancarrota: pérdida de la paz, ruina de su familia, destrucción de matrimonios, caos en la convivencia, deterioro de su empleo, de su lugar de trabajo. En fin, los llevan lentamente a la quiebra. Eso es exactamente lo que el demonio quiere de los hijos de Dios.

El primero de los pasos para iniciar a alguien en la religión yoruba es separarle de la Palabra de Dios, de la Biblia, y hacer que desde un comienzo cada cosa que hagan dependa de la voluntad de su nuevo dueño: el ‘padrino’, la ‘madrina’ o el ‘babalao’ con quien asuma compromisos. Terminará creyéndole más a esas personas que al propio Jesucristo, a su propia familia o a quienes eran sus mejores amigos. Cristo dijo: “Sé, sin embargo, que el amor de Dios no está en ustedes, porque he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben. Si algún otro viene en su propio nombre, a ése sí lo acogerán” (Jn 5,42-43).

Es esencialmente para eso que mandan a ponerse las vestiduras blancas y a usar las demás prendas (collares y pulseras). Son instrumentos para atar, para amarrar a las personas, no con mecates o cadenas, sino para controlarles la mente. Así funciona el negocio; de modo que ellos, y no los tales orishas, los van oprimiendo económicamente con los elevadísimos costos de sus servicios que en cada nueva cita van aumentando de modo abismal. Esto dice la Palabra de Dios: “Conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón;… y alardeando de sabios, se hicieron necios, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos, amén” (Rm 1,21-22.24). Luego de este pasaje les invito a leer también Sb 13,1-9.

¡El camino de los orishas es una emboscada para las almas!

(534) El demonio le exige a los más altos miembros de la religión yoruba que a cambio de prosperidad y de concederle facultades sobrenaturales, ellos deben conseguir, a como dé lugar, que sus clientes le ofrenden a Satanás sus almas. Esto lo consiguen envolviendo y sugestionando a las personas con sus acostumbradas y bien elaboradas fábulas acerca de los orishas, y con sus trucos de hechizo.

Deben convencer al iniciado de que, para obtener los beneficios que buscan, debe ingresar a esa religión mediante el rito que llaman “el asiento del santo”. Allí el líder yoruba cumple con Satanás. En dicho rito un espíritu de las tinieblas entra en la cabeza y toma posesión de la persona que ingenuamente cree que ha encontrado el paraíso terrenal. Es por eso que le mandarán a tumbarse todo el cabello, como acto para mover que la misma víctima se abra con toda disposición a entregar toda su voluntad al espíritu que va a tomar asiento y control su mente. He aquí lo más peligroso y oscuro de esa religión. Allí sucede la muerte de su comunión con Cristo y el comienzo de su consagración al demonio. Dios perdone a quienes, sin saberlo, han caído engañados en ese abismo de condenación.

No será difícil que nos demos cuenta que todo el asunto del código de vestido y sus normas de uso, no son otra cosa que un método para que espiritualmente la persona haga un cierre de su pacto y alianza con Jesucristo y un proceso de sellamiento de un nuevo pacto de vida y esposamiento, pero con el opuesto a Cristo. Todo se encubre con fábulas caza-mentes y palabras vagas e imprecisas como: energías, orishas o deidades.


[1] TERTULIANO, “Del bautismo” 13, Josep Vives, en «Los Padres de la Iglesia», Editorial Herder, Barcelona, 1988, pág 389.

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