Pbro. Héctor Pernía, mfc
Los Yorubas son un pueblo como otros pueblos de la tierra;
(478) No están ni por debajo ni por encima de otras naciones. Son seres humanos; no son Dios. Si lo fueran podrían dictarle al mundo entero lo que todas las naciones han de creer; y es que no fueron ellos el pueblo escogido por Dios para Él revelarse y acampar entre las naciones, para enviar a su Hijo Jesucristo y abrirnos el camino a la salvación.
“Por medio de él [Cristo] fueron creadas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, (…) todo fue creado por él y para él” (Col 1,16); fue él quien le dio la vida a los Yorubas, al igual como se la dio a todos los demás pueblos del universo.
Los yorubas fueron y son personas como cualquiera de nosotros
(479) Ellos no están por encima de la Santísima Trinidad; ni tampoco están por encima de las costumbres de miles de pueblos aborígenes del planeta. Son seres humanos, y, por humanos que son, no les pertenece decidir quién es Dios. Los dioses hechos por invención de hombres se llaman ídolos. El Dios verdadero se revela a sí mismo ante los hombres; no es producto de hombres.
Es para los yorubas, y para todos los pueblos de la tierra, el envío de Jesucristo a sus discípulos de ir a evangelizar a todas las naciones haciendo de ellas sus discípulos bautizándolas en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,18-20).
No se está, con esto, menospreciando ni ofendiendo el valor y la dignidad de la cultura del pueblo yoruba. El respeto a un pueblo no puede pasar por encima del respeto a Dios. Lo opuesto se llama idolatría. Ofenderles es añadirles más de lo que justamente ellos son.
El anuncio de Cristo es también para los mal llamados ‘santeros’.
(480) Luego de resucitar envío a sus Apóstoles a extender a toda la tierra su Reino: “Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y consíganme discípulos de todas las naciones…” (Mt 28,18-20). Allí Cristo incluyó al pueblo y a la religión yoruba. Todo cristiano, por lo tanto, al encontrarse con los miembros de la religión yoruba debe predicarles las enseñanzas de Jesucristo y llevarlos a Jesucristo. Y no como muchos cristianos han hecho actualmente, que abandonan a Jesucristo para ir a seguir otros dioses y credos que son costumbres humanas y no son revelación divina.
“Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones, (…) sino que oirás y seguirás la voz del profeta semejante a nosotros que yo te mande” (Dt 18,9-18). Este mandato divino no era sólo para los israelitas; es también para nosotros, para todos los pueblos del orbe: Las abominaciones que menciona son: magia, hechicería, astrología, adivinos, encantadores, consultas a espectros o adivinos, o invocadores de muertos.
Que un cristiano le hable y lleve a Cristo a un yoruba no es ningún avasallamiento o hegemonía ideológica alguna; ya que el ser humano es creación de Dios, le pertenece a Dios, y Dios tiene toda potestad de mostrarle e indicarle a toda criatura suya lo que ha de creer, enseñar y vivir para relacionarse y conocer la divinidad que es Él mismo. Para cuidarnos y protegernos del engaño de falsos dioses nos dio este mandato: “no tendrás otros dioses fuera de mí; no les rindas culto” (Ex 20,3.5). Dios ofrece salvación y no esclavitud.
Todo lo que sea hechicería, espiritismo, magia, brujería es pecado grave;
(481) Porque es rebelión y desobediencia a Dios. Vayamos a la Biblia y abramos el corazón hacia la conversión:
“No necesitan magia en Jacob ni brujerías en Israel, porque a su debido tiempo se le predecirá a Jacob, a Israel, lo que Dios prepara” (Nm 23,23).
“Sacrificaron en la hoguera a sus hijos y a sus hijas, practicaron la hechicería y la magia, se prestaron para hacer lo que es malo a los ojos de Yahvé, para provocar su cólera. Al final, Yavé se enojó con Israel y lo echó lejos” (2Re 17,17-18).
(Manasés) “…ofreció a su hijo como sacrificio en el fuego, practicó la astrología y la magia, instaló brujos y adivinos, y de muchas maneras provocó la cólera de Yavé haciendo lo que es malo a sus ojos” (2Re 21,6).
“Las artimañas de la magia no sirvieron para nada, y su pretendida sabiduría recibió un tajante desmentido, porque aquellos que se jactaban de sanar a los espíritus de sus perturbaciones y de sus temores, eran presa de un miedo ridículo” (Sb 17,7-8).
“Muchos de los que habían aceptado la fe venían a confesar y exponer todo lo que antes habían hecho. No pocos de los que habían practicado la magia hicieron un montón con sus libros y los quemaron delante de todos. Calculado el precio de los libros, se estimó en unas cincuenta mil monedas de plata” (Hch 19,18-19).
Ver también: Dt 18,9-18; 2Cro 33,1-6.