Hospitalitos de la Fe

La misma religión yoruba perpetúa en sus miembros la esclavitud

Pbro. Héctor Pernía, mfc

La religión yoruba, un sistema de dominación.

(468) Quienes toman el camino de la religión yoruba no saben aún, o no se han dado cuenta, de cómo se han involucrado en un mundo de opresión muy difícil de percibir desde dentro, y no ven la urgente necesidad que tienen de ser liberados. No solamente siguen costumbres y ritos de los pueblos yorubas del pasado, sino que también arrastran y comienzan ellos mismos a vivir como típicos esclavos. El sistema de relaciones que se tejen regularmente en un régimen de esclavitud están presentes de modo abundante en…:

El régimen de condiciones internas que en esa religión quedan establecidas entre sus miembros, no libremente, sino mediante el manejo del miedo, la sugestión, la manipulación de la presión con que llegan las personas de resolver sus problemas.

c. En la subyugación entre éstos últimos y los espíritus a quienes entregan la posesión de sus vidas y de sus almas en el rito del asiento del orisha en su cabeza.

¿Cómo se descubre y se desvela la esclavitud?

(469) Es rápido detectarla a través de los secretos de los “padrinos” y “madrinas”; especialmente, de los babalaos. ¡Quien tenga ojos para ver que deje a un lado los miedos, que mire, investigue y lo constate con sus propios resultados!

Muchos entran a la religión yoruba más pendientes de solucionar sus problemas y resolver sus necesidades, que de mirar con objetividad y discernimiento el tipo de gobierno al que van a quedar comprometidas; y, muy sobre todo, con el ‘padrino’ o la ‘madrina’ que le va a controlar: se sella un pacto de sometimiento, rendición de obedecimiento, sujeción a no poderse retirar o separar de ellos, so amenaza de castigos y tormentos para el resto de sus vidas. Si eso no es esclavitud, ¿qué es entonces la esclavitud?

¿Libres o esclavos?

(470) Se le ha de advertir a quien busca ingresar a la religión yoruba, que gozará de libertad hasta la ceremonia de la bajada del “orisha” sobre su cabeza. No estoy hablando de la libertad de hacer con su vida lo que le parezca, lo que le venga en gana. Eso de por sí también lo va a perder, pues, en adelante, le va a controlar hasta el extremo un dirigente yoruba. Me refiero, sobre todo, a la libertad del alma, a toda su existencia, a su propia vida cotidiana. Sabe, muy bien, que pronto la tendrá que ceder a un espíritu que no sabe de dónde, ni de quién viene realmente: si es de Dios o del diablo; y al sospechoso y cuestionable precio (sumamente costoso) de las ofrendas, incluso dolorosas, que tendrá que pagar.

Entrar en la religión yoruba es una elección de vivir doblemente esclavos 

(471) Esclavos de espíritus de demonios, que ofrece golosinas a cambio de poseer almas; y esclavos de hombres que les van a gobernar, tal cual como en una mafia, casi hasta el modo de caminar.

Engaños semejantes los pretendió hacer Satanás con Cristo en el desierto (cf. Lc 4,1-13) y fracasó. Hoy a menudo sigue haciéndolo con cada uno de los hijos de Dios; y ya muchos han caído bajo su dominio, luego que mordieron sus anzuelos o “ganancias” de seducción.

Los orishas. ¡Escondite de los amos!  

(472) Cuando lo que es, no es lo que se dice, sino lo que se esconde. Se dice que son los orishas quienes van a poseer a las personas que ingresan en la religión yoruba; pero en realidad, quienes van a ejercer siempre ese dominio y esa posesión son los llamados ‘padrinos’ o ‘madrinas’ y los ‘babalaos’, de quienes, en adelante, cada una de las personas pasan en absoluto a depender. La libertad les queda suprimida. Ah, y por supuesto, la esclavitud y el sometimiento a espíritus de tinieblas que tomarán posesión de sus mentes desde el rito que ellos toman como su bautismo: la bajada del ‘orisha’ a la cabeza de quien va a entrar en esa religión. Quien dude y niegue que un sistema de esclavitud en quienes son miembros de la religión yoruba, que examine estos ejemplos:

Una persona no puede viajar en vehículo o en avión si su “padrino” o su “madrina” de la religión yoruba no se lo autoriza. Pues, tampoco un esclavo o una esclava, en tiempos de la Colonia, podía ir más allá de los límites que su amo se lo permitiera.

Los “padrinos” yorubas ordenan a sus clientes que se inician en la religión, que tienen que dormir siempre con la ropa blanca y usarla donde quiera que estén, tal cual y sin desobedecer como ellos mismos se lo ordenan. Caramba, ¿habrá alguien que todavía se atreva a dudar y a negar que eso no es esclavitud? Leamos lo que nos dice el Señor por medio del apóstol Pablo: Cuídense de que nadie los esclavice mediante una vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo. Porque en Él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente” (Col 2,8-9).

Tal cual trata de esclavos donde se compraba la vida de alguien por algo a cambio, en la religión yoruba la vida de las personas es adquirida por los supuestos orishas a cambio de los beneficios obtenidos y de los sacrificios realizados; y todavía más escandaloso, ya que en este caso, para poder alcanzar los beneficios que se prometen, las reglas de la religión yoruba obligan y someten  a la misma persona a ponerle a su vida un precio, un costo, a cambio de la adquisición de su propia libertad y de entregar su propia alma. Y ese precio no lo fija el que ingresa a la religión yoruba sino el dirigente que prácticamente le va a adquirir.

En nada se diferencia de cuando una persona cae atrapada dentro de una mafia; su dueño la gobierna. Esto se llama traficar con seres humanos, y es denunciado como pecado en la Biblia. Eso está en 1Tim 6,9-10. En otras palabras, en la religión yoruba la vida y la libertad tienen un precio. La libertad de una persona es ignorada y vulnerada por el orisha; y esto lo saben bien quienes practican esa religión.

Necesitan ser liberados de los falsos ‘orishas’; urgen de auxilio en la fe.

(473) Cuántas de esas almas que cayeron en el tenebroso mundo de la religión yoruba están urgidas de alguien que les haga despertar y redescubrir que son seres humanos a quienes Jesucristo, a quien antes servían, los hizo libres y no esclavos; que sus preceptos no son para amenazar o castigar, sino justamente lo contrario, para protegerles y bendecirles. Dios corrige a sus hijos; y corregir es muy diferente de castigar. Meditemos esto leyendo Jn 15,1-2; Jer 5,25; 31,29-30; Prov 3,11-12; Ez 18,1-32 y salgamos luego a auxiliar en la fe a los hijos de Dios.

Necesitan de un siervo o una sierva de Dios que los rescate nuevamente para Cristo. La libertad del ser humano no proviene de orisha alguno, porque ningún orisha quiere libre a nadie. Ésta le viene de Dios mismo; y, si Dios no se la ha quitado, es porque aún la persona la posee; y nadie está por encima de Dios, nadie se la puede extirpar o enajenar, nadie puede anular lo que Él ha dispuesto para sus hijos. Sólo la verdad nos hace libres, y ¡la verdad es CRISTO!

Los orishas no rigen nuestro destino.

(474) Esta luz nos brillará leyendo en la Biblia: Ez 20,11; 33,10-20; Prov 12,14; Jer 17,10; Mt 16,27; Jn 5,40; Gal 6,7-9; Stgo 1,22-25; 1Pe 2,16. En la vida cada uno cosecha lo que ha sembrado, por las oportunidades que hemos abandonado, e incluso rechazado, o por los compromisos y responsabilidades que no hemos aceptado asumir.

Necesitan conocer que la justicia de Dios es la misericordia, y  aprender que cuando las cosas terminan o andan mal, no es por culpa del castigo de algún orisha ni tampoco del Dios verdadero, sino por consecuencia o resultado de nuestras propias acciones y decisiones equivocadas; es decir, del mal uso de nuestra propia libertad, y porque el demonio no busca otro objetivo sino llevarnos ciegamente a la propia ruina y perdición. Uno modo suyo de proceder es hacer que siempre culpemos a otros de lo malo que nos sucede, para que no descubramos la fuerza liberadora contenida en la humildad de reconocer y asumir la propia responsabilidad en el curso de las cosas que nos pasan.

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