Liturgia<📖> Apologética
De la Liturgia de la Palabra.
XXVI Sem. T. Ordinario
Fecha: 06 Octubre de 2018
Comentario: Quiero argumentar el título de esta publicación con un artículo que resumí de Josep Vives, jesuita y teólogo español, quien escribe: «Creemos en un solo Señor Jesucristo». Creemos en Jesús, el Cristo y el Señor. Hay estos tres elementos en nuestra profesión de fe: fe en Jesús, que es el Cristo, que es el Señor. Es el orden más lógico. Ahora bien, cuando se dice que creemos en Dios Padre, Padre de Jesús y Padre nuestro, está implícito que hablamos de Dios Hijo, Jesucristo. Dios Padre se nos ha revelado por Jesucristo Y, por tanto, creemos primero en Jesús, el Cristo, que nos da a conocer a Dios Padre. Es lo específico y peculiar de la fe cristiana: tenemos acceso a Dios a través de una persona histórica y de un hecho histórico. Es algo realmente muy singular (…).
Jesús es un nombre concreto de un hombre concreto: Jesús de Nazaret (…) persona concreta, empezó un día a anunciar que el Reino de Dios estaba cerca; que traía una buena nueva de salvación; que había llegado el tiempo que Dios había prometido en los siglos antiguos; que Dios estaba a punto de hacer algo nuevo; que Dios acogía a los pecadores, a los pobres y a los marginados. Y que era Él, Jesús, quien, en nombre de Dios, acogía a los pecadores, a los pobres y a los marginados, frente a una organización socio-religiosa que más bien los rechazaba. Y todo esto lo hacía Jesús con autoridad: «Y hablaba con autoridad» (Mc 1,27).
Reflexionemos un momento: ¿quiénes son los que aceptan a Jesús en su vida?; ¿cuáles son las condiciones para aceptar a Jesús como el Cristo? Prácticamente, las que Él mismo describe en el sermón de la Montaña: son los pobres de espíritu, los limpios de corazón, los que buscan la justicia (…) quienes reconocen a Dios y su Reino en Jesús. En resumen: sólo conocerá y aceptará a Cristo como Salvador aquél que sienta la necesidad de ser salvado, y sólo sentirá la necesidad de ser salvado aquél que se considere pobre, pecador y en situación de absoluta gratuidad.
Que significa decir que Jesús es el Señor. En el Antiguo Testamento, «El Señor» era Yahvé. Sólo hay que seguir los Salmos para comprenderlo. Los judíos sustituyeron el nombre de «Yahvé» por el de «Adonai» (que quiere decir el Señor) por respeto a Dios, ya que no se atrevían a pronunciar su nombre directamente. Lo llamaban entonces por lo que consideraban que era su función primordial: ser El Señor. (…) Algunas connotaciones de ambas palabras quizá puedan superponerse, pero la connotación principal de la palabra «Señor», es que Yahvé es el que protege. Este apelativo de «Señor» aplicado a Jesucristo, como lo encontramos de un modo habitual en las cartas de Pablo, expresa la función de Cristo sentado ya a la derecha del Padre.
Decir que el Cristo es El Señor es decir que Cristo, después de la resurrección, tiene ya la soberanía que Dios le ha dado sobre toda la realidad en el cielo y en la tierra. Así, este epíteto de Señor se ha de entender dentro de la crisis profunda que se produjo en los apóstoles y en los seguidores de Jesús por el hecho de la pasión y la muerte de su maestro. Hemos visto que Jesús de Nazaret proclamó el Reino con signos y que le seguían los pobres de espíritu, los humildes, los sencillos, etc. Esto es magnífico. Pero llega la crisis del Viernes Santo y resulta que, después de tantos signos y de tantas promesas, en definitiva, los otros, sus enemigos, pueden más que Él y le dan una muerte afrentosa. (…)
Jesús está «sentado a la derecha del Padre», está al mismo nivel de Dios (consustancial, Concilio de Nicea), es igual a Dios, aunque había vivido como un pobre hombre y aunque sus enemigos parecía que habían tenido más poder que él. Esto es lo que queremos decir cuando confesamos a Cristo como «Señor». Cuando nos pregunten dónde se dice en el Nuevo Testamento que Jesús es Dios, podemos aducir, a éste que dice que Jesús está sentado a la derecha del Padre. O también el pasaje de Mt 11,27: «Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar». Jesús expresa así que hay una igualdad entre Él y el Padre. Es decir, hay una intimidad, hay una realidad común entre Él y el Padre. (…)
Fuente: Josep Vives, en Creer el Credo. Santander: Sal Terrae (1986: 61-74)
Preguntas para compartir:
1. ¿Cómo reconoces a Dios-Padre, a Dios-Hijo y a Dios-Espíritu Santo?
2. ¿Por qué a Dios-Hijo lo llamamos “Señor”, “Kyrios»
Elaborada por:
D. Dr. Ludwig Schmidt H.
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