Liturgia<📖> Apologética
De la Liturgia de la Palabra.
XXIV Sem. T. Ordinario
Fecha: 22 Septiembre de 2018
Comentario: Una interesante e inquietante pregunta nos provoca a prestar la atención hoy a la Palabra de Dios en la primera lectura tomada de (1Cor 15, 35-49). ¿Con qué cuerpo vamos a resucitar? Es de gran ayuda para quienes han dejado entrar por sus oídos y a su corazón, la creencia en una supuesta reencarnación. ¿Por qué en la Biblia nunca se hace ni siquiera alusión o inferencia alguna a esa falsa creencia de la reencarnación y, en cambio, se vuelve tan contundente y sólida en el anuncio y el cumplimiento de la promesa y el acontecimiento de la resurrección?
No hace falta hacer comentarios allí donde la misma Palabra de Dios es tan radiante en su sencillez y claridad para explicar ésta pregunta que muchas veces nos hacemos:
Algunos dirán: ¿Cómo resurgen los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vuelven?
¡Necio! Lo que tú siembras debe morir para recobrar la vida. Y lo que tú siembras no es el cuerpo de la futura planta, sino un grano desnudo, ya sea de trigo o de cualquier otra semilla. Dios le dará después un cuerpo según lo ha dispuesto, pues a cada semilla le da un cuerpo diferente.
Hablamos de carne, pero no es siempre la misma carne: una es la carne del hombre, otra la de los animales, otra la de las aves y otra la de los peces. Y si hablamos de cuerpos, el resplandor de los “cuerpos celestes” no tiene nada que ver con el de los cuerpos terrestres. También el resplandor del sol es muy diferente del resplandor de la luna y las estrellas, y el brillo de una estrella difiere del brillo de otra.
Lo mismo ocurre con la resurrección de los muertos. Se siembra un cuerpo en descomposición, y resucita incorruptible. Se siembra como cosa despreciable, y resucita para la gloria. Se siembra un cuerpo impotente, y resucita lleno de vigor. Se siembra un cuerpo animal, y despierta un cuerpo espiritual. Pues si los cuerpos con vida animal son una realidad, también lo son los cuerpos espirituales.
Está escrito que el primer Adán era hombre dotado de aliento y vida; el último Adán, en cambio, pasa a ser espíritu que da vida. La vida animal es la que aparece primero, y no la vida espiritual; lo espiritual viene después. El primer hombre, sacado de la tierra, es terrenal; el segundo viene del cielo. Los de esta tierra son como el hombre terrenal, pero los que alcanzan el cielo son como el hombre del cielo. Y del mismo modo que ahora llevamos la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. (1Cor 15, 35-49)
Preguntas para compartir:
1.- ¿Qué dudas y preguntas que te hacías te fueron respondidas en este pasaje de la Sagrada Escritura?
2.- ¿Qué sentimientos y frutos en la fe te ha dejado la lectura, meditación y el compartir sobre este tema abordado en esta publicación?
Reciba una cordial bienvenida y un abrazo fraterno en Cristo.
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