XV Sem. T. Ordinario
Comentario:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11,25)
El evangelio de hoy nos muestra lo que realmente importa a Dios, lo que espera y desea de nosotros sus hijos: ser sencillos y abiertos a nuestros hermanos, a sus necesidades, pero sobre todo a ser desprendidos del materialismo. Que nuestro corazón acumule tesoros en el cielo y no acá en la tierra, porque serán destruidos por la polilla. (Mt 6,19). Comparto un texto, escrito por el Padre Nicolás Schwizer, y que detalla estas características del verdadero cristiano.
En el último Concilio, la Iglesia de nuestro tiempo se definió a sí misma, solemnemente, como la Iglesia de los pobres. ¿Por qué? Simplemente porque la Iglesia no puede traicionar a los suyos, a los de su mismo origen. La Iglesia quiere intervenir en favor de los pequeños, de los pobres, porque ante cada uno de ellos el cristiano debería decirse: este hombre me recuerda a mi Dios, el sencillo carpintero de Nazaret; esta mujer me recuerda a María, mi humilde Madre.
Cristo escogió voluntariamente nacer entre los pobres. Porque venía a anunciarles la Buena Nueva del Evangelio: que Dios tiene un corazón de Padre que ama con predilección a los pequeños, a los sencillos, a los pobres. María la primera que lo anuncia en su hermoso canto del Magnificat: «Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora… Él derribó del trono a los poderosos y elevo a los humildes; colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías» (Lc 1, 48ss.).
Dios ama con predilección a los pequeños porque tienen un corazón abierto. La principal riqueza que Dios quiere comunicarnos es su vida de amor. Y el amor no se recibe con las manos, sino únicamente si se tiene un corazón abierto, un alma de niño. Éste es un rasgo típico de los pobres, y por eso Dios los ama. Porque no están apegados a muchas cosas materiales, los pobres se sienten vacíos y pueden abrirse con facilidad al amor de Dios y de los demás.
Sabemos que las riquezas corrompen a los pueblos, que traen materialismo e individualismo, que destruyen las familias. Así lo prueba la historia. Los cristianos tenemos que salvar a nuestros hermanos del peligro de la pobreza, pero, al mismo tiempo, salvar su alma y su corazón del peligro de las riquezas y del materialismo. (1)
Fuente:
(1) Padre Nicolás Schwizer, tomado de Catholic.net.
Para compartir:
1.- De acuerdo a la publicación: Te consideras Sabio o sencillo?”
2.- ¿Cuáles crees que son las características que hacen a María una mujer sencilla?
Elaborada por:
Adelina Ruíz Mfc
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