Lunes, IX Semana del T. Ordinario.
Fecha: 04 de Junio de 2018
Comentario:
«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente» (Mc 12,10-11)
En la liturgia de hoy, el evangelio, Jesús nos insta a vivir el verdadero evangelio, a trabajar de corazón en la viña del Señor, porque si nos dejamos llevar por la codicia y la ambición seremos abandonados por Él.
Dejaremos de ser esas vasijas dignas de llevar su amor y nuestros frutos, por supuesto, serán opuestos a los dados por el Señor.
Es evidente, que en la actualidad, muchos han desechado la piedra angular, basta con observar el comportamiento de la gente, la mayoría rechaza a Dios, no quieren trabajar por la extensión de su reino, y cuando se trata de asumir cargos eclesiales se espantan como si fuera una perdición o algo que no les dejará lucro alguno, en fin , parece que fuese una pérdida de tiempo. Mientras tanto vemos que en nuestra sociedad reina una apatía, un desinterés por el hermano, el vecino, por la misma familia; y vivimos como autómatas, ya no duelen, ni exigimos nuestros derechos, es más pareciese que nos merecemos los que estamos viviendo.
A esta situación se une la actitud de unos cuantos hermanos esperados, que desvirtúan el evangelio; comercializan la fe y muchos de sus pastores ofrecen sanaciones milagrosas, prosperidad, éxitos y la ausencia del sufrimiento. Ahora bien, todo esto no son sino tretas del maligno, dice Pablo quien: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?” (Rm 8,35), es decir, que no escaparemos de todas estas vicisitudes de la vida, nada impedirá que suframos o tengamos miles de dificultades porque nos corresponde sufrir en la carne para completar “lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia”. (Col 1,24). Hagamos como Pablo alegrémonos porque “en todo esto somos más que vencedores por medio de Aquél que nos amó. (Rm 8,37).
Pienso que hemos de despertar de este hechizo del demonio y reconocer que somos hijos de Dios, que al igual que al hijo pródigo, Dios nos espera con los brazos abiertos para expresarnos su amor infinito, para que trabajemos por su reino y su justicia, haciendo su voluntad para que podamos, un día, producir frutos al ciento por uno.
Para compartir:
1.- Explica cómo manifiestas tu identidad cristiana.
Elaborada por:
Adelina Ruiz Mfc