Pbro. Héctor Pernía, mfc
¿Existe el Purgatorio? ¿Es bíblico o invento de hombres?:
(292) Para encontrar donde sale en la Biblia debemos primero, conocer la raíz de la palabra ‘purgatorio’. Es un término; derivado de unir «purga»: purificar, limpiar; y «torio»: lugar para. Tal cual como estos otros ejemplos: «consul-torio»: lugar para consultas; «ora-torio»: lugar para orar; «observa-torio»: lugar para observar.
Revisemos en la Biblia dónde se nos habla sobre el purgatorio. Lo podemos inferir a partir de lo anunciado por el profeta Daniel: “Muchos serán purificados, lavados y acrisolados; los malvados seguirán haciendo el mal, sin que ninguno comprenda; pero los sabios comprenderán” (Dn 12,10); y en el Nuevo Testamento, por medio del Apóstol Pablo el Espíritu Santo lo revela con mayor claridad: “Un día, muchos que estén en pecado, tendrán que purificarse según sus obras hechas en esta vida, pero como a través del fuego” (1Cor 3,13-15). “Este daño o pena no se puede referir a la condena en el infierno ya que nadie se salva de allí, y no puede significar el cielo ya que no hay sufrimiento allí, no hay fuego. Sólo la doctrina del Purgatorio explica este pasaje”[1].
Más claro lo encontramos en este pasaje: “… Encontraron con que bajo las túnicas de cada muerto había idolitos de Jamnia, lo que está prohibido a los judíos por la Ley. El heroico Judas Macabeo luego efectuó una colecta que le permitió mandar a Jerusalén unas dos mil monedas de plata para que se ofreciese allí un sacrificio por el pecado. Era un gesto muy bello y muy noble, motivado por el convencimiento de la resurrección. Porque si no hubiera creído que los muertos resucitarían, habría sido inútil y ridículo orar por los muertos. Pero él presumía que una hermosa recompensa espera a los creyentes que se acuestan en la muerte, de ahí que su inquietud fuera santa y de acuerdo con la fe. Mandó pues ofrecer ese sacrificio de expiación por los muertos para que quedaran libres de sus pecados” (2Mac 12,40-46).
Pablo da ejemplo de orar por los difuntos pidiendo a Dios por el descanso eterno de su amigo Onésimo (cf. 2Tim 1,16-18).
Jesucristo reveló que no habría perdón de los pecados ni en esta vida ni en la otra para quienes pecan contra el Espíritu Santo (cf. Mt 12,32); pero, para los que pequen contra el Hijo del Hombre hizo entrever que sí habrá perdón, no sólo en esta vida, sino también en la otra. Pero ¿en cuál otra vida? No puede ser en el cielo, pues allí no hay pecadores – allí no entrará nada manchado” (Ap 21,27) –, y tampoco en el infierno, donde no hay ya salvación sino muerte eterna. Sólo queda una tercera posibilidad; un ‘lugar’ de purificación de los pecados: le decimos ‘purgatorio’.
En 1Jn 5,16-17 se nos pide que hagamos oración por quienes han cometido pecados que no son de muerte (¿pecados contra el Hijo del Hombre?) y que esa oración les salvará. ¿Dónde podrían estar sus almas? Y menciona otros que cometieron pecados que sí son de muerte (¿pecados contra el Espíritu Santo?), y dice el apóstol Juan que por ellos no hace falta que pidamos en la oración. ¿Dónde podrían estar estas otras almas? Los segundos, los que están en el infierno; y los primeros, por los pecados que tienen, no pueden todavía estar en el cielo. Sólo queda una opción: la Iglesia lo llama: el ‘purgatorio’.
Según algunos expertos el rico epulón se encontraba en el purgatorio y no en el infierno, puesto que dialogaba con Abraham y se preocupaba por sus hermanos, lo que sería imposible si se encontrara en el infierno, donde hay puro odio (cf. Lc 16,19-31).
Algunos objetan mostrando 2Sam 12,18 y diciendo, que en vano oraba David por su hijo difunto. Se les ha de aclarar que en ese pasaje en ningún momento se prohíbe orar por el perdón de los pecados de los difuntos. De eso no se habla allí. Al leer bien nos daremos cuenta que la oración de David no iba a recuperar la vida (física) del niño difunto, porque tal muerte, en ese texto, está representando exactamente que todo pecado trae como fruto: «la muerte del alma»; prefigurando lo que fue revelado en Stgo 1,15: “Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra muerte”. Notemos, por santa ‘Diocidencia bíblica’, que el pecado cometido por David fue de concupiscencia. Aquel niño había nacido fruto del asesinato que David ocasionó a Urías para él acostarse con su esposa. El hijo nacido de ese acto sexual representa que todo pecado engendra muerte. Si el niño, en ese contexto, hubiese vuelto a la vida, la enseñanza acerca del fruto que trae el pecado hubiese caído en contradicción.
Ver también: Bar 3,1-8; Dn 9,16.24; Ap 20,12-15.
Y los primeros cristianos, ¿creían en el Purgatorio?
(293) He aquí algunas evidencias:
a. Tertuliano (160–222 d. C.): “Cada día hacemos oraciones por los difuntos” [2]
b. San Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla (344-407 d. C.): “No en vano los Apóstoles introdujeron la conmemoración de los difuntos en la celebración de los Sagrados Misterios. Sabían ellos que esas almas sacan de ella gran provecho y utilidad”.[3]
c. Una inscripción encontrada en una de las tumbas de los cementerios de los primeros cristianos dice: “Oh, Señor, que estás sentado a la derecha de nuestro Padre, colocad entre vuestros santos el alma de Nectario, Expectato, Alejandro y Pompeyo, que el Señor os proporcione algún alivio”[4].
¿Con qué cuerpo resucitan los muertos?
(294) “Los que alcancen a ser dignos (…) ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles” (Lc 20,35-36).
“Seremos revestidos de un cuerpo celeste, si es que nos encontramos vestidos y no desnudos” (sin pecado) (2Cor 5,1-10).
“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio! Lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar (…) Hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los terrestres. (…)” (1Cor 15,35-55; Jn 5,28-29).
¿Qué sucede con el alma luego que uno muere?[5]
(295) Cuando una persona muere, cesa su vida terrenal. Pero la vida del alma no cesa porque el alma no depende de la vida del cuerpo. El alma del hombre es espiritual, y es completamente independiente de nuestros órganos corporales y en sus operaciones. Cuando el cuerpo yace, en virtud de su naturaleza espiritual, el alma sobrevive. Por tanto, no queda inconsciente, conserva la conciencia de sí misma, sus facultades y sus actos (cf. 2Cor 5,8; Lc 16,19-30).
[1] P. DIDIER, “El Purgatorio”, en «Catequesis virtual Jesús dice hoy», <https://www.youtube.com/watch?v=FzPze4jj 1t8>, (Ingreso: 15-04-2015).
[2] TERTULIANO, “De la corona”, 3, PL 2,79, ARRAIZ José Miguel, en «apologética católica», <http://www.apologeticacato lica.org/Masalla/Masalla28.html#_edn15>, (Ingreso: 25-07-2015).
[3] S JUAN CRISÓSTOMO, “Homilías sobre la Carta a los Filipenses”, 3, 4: PG 62, 203, ARRÁIZ José M. Op. Cit.
[4] P. DIDIER, Op. Cit.
[5] CONCORDANCIA DOCTRINAL CATÓLICA, “El Infierno”, en «e-Sword». Op cit.
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