Pbro. Héctor Pernía, mfc
El nombre «María», en hebreo, significa «señora».
(221) En el quinto misterio glorioso del Santo Rosario, a la madre de Cristo, la saludamos con ese título. Un detalle que a muchísimos va a sorprender, y que pocos habíamos tomado en cuenta:
¿Cuántas veces su propio Hijo Jesucristo, la llamaría por su nombre, o el propio José y todos los apóstoles? Y es que cada vez que le decían María le decían, a la vez, ‘señora’; y no por ello la convirtieron en diosa. Aquí es muy necesario y recomendable referir al lector la lectura del numeral 330 de esta Guía Bíblica, sobre los títulos «señor» y «señora».
Ella es la nueva Mujer en la nueva creación inaugurada en y por Cristo, a diferencia de Eva, la mujer de comienzo de la antigua creación manchada por el pecado.
Ella tiene todos los méritos para llamarla así, por la participación tan insigne y especial que Dios le dio en el plan de Salvación, al ser la Mujer de la Nueva Creación y la Madre del Salvador, lo cual fue revelado en Gn 3,15, y ampliamente confirmado en el resto de las santas Escrituras.
Tal vez a muchos nunca se nos pasó por la mente que – incluso nuestros hermanos protestantes – con tan sólo decirle «María» a la madre de Cristo, ya le estamos dando y reconociendo un título que la distingue, de modo muy especial, entre todas las demás mujeres: el título de «señora».
El título de «señora» para la Virgen María también está revelado en Apocalipsis.
(222) ¿Qué título y qué honor le otorgó el Creador a la Mujer que en Ap 12,1 tiene la luna bajo sus pies y que eclipsa al mismo sol y que está coronada de estrellas? El signo de tener la luna bajo sus pies significa «señora sobre», «por encima de», «superior a»; indicando, con ello, que ella tiene mayor grandeza y relevancia por voluntad de Dios y ante los hombres, que todos los astros que los antiguos romanos, griegos y demás pueblos paganos tenían como dioses, como son: la luna, el sol, y el resto de los astros del firmamento.
Y nada de esto opaca y obscurece a Cristo. Más bien, lo exalta y encumbra sobre ella misma y sobre toda la creación entera; del mismo modo como el arca de la alianza y los querubines de oro macizo, lejos de opacar y disminuir la tabla de los Diez Mandamientos, la revestían de mayor gloria y santidad. Tengamos presente que el material del que estaba hecha el arca impedía poder observar lo más importante que iba dentro de ella. Así tampoco María opaca a Cristo al que, en el capítulo doce de Apocalipsis, lleva en su vientre y da a luz.
NOTA: te invitamos a nuestra biblioteca de video, y podrás conocer lo que enseñan los más importantes apologetas del momento: