Hospitalitos de la Fe

El Sacerdocio y el celibato

Pbro. Héctor Pernía, mfc

Dicen: “Eso de los sacerdotes no está en la Biblia”.

¡Resulta que sí está! (190) a. Para desempeñar este importante rol dentro de la Iglesia naciente y para todos los tiempos, Jesucristo consagró y envió a sus Doce Apóstoles (cf. Jn 20,21-22; Mt 28,18-20); quienes, más adelante, atendiendo las necesidades generadas por la propagación del Evangelio, instituyen presbíteros en todas las comunidades (cf. Hch 14,23; Tit 1,5; 2Tim 1,6-14), encargados de administrar los sacramentos también yendo a los hogares (cf. Stgo 5,14).

Cristo los instituye en la Última Cena; y, para ese ministerio, no los escogió de entre los fariseos y saduceos, de entre los doctores de la ley. Cristo escogió a nuevos hombres, incluso de poca instrucción (cf. Hch 4,23). Por eso dijo: “Hay que echar el vino nuevo en odres nuevos…» (Mt 9,17). Aquellos odres viejos no servían como columnas de la Nueva Jerusalén (la Iglesia); en las Escrituras está que no pudieron contener la llegada del vino nuevo. La sola presencia de Cristo los reventó; la crucifixión lo dice todo.

Un sacerdote es alguien como José, el esposo de María.

(191) Como todo hombre, él tenía planes de tener hijos con su esposa (cf. Mt 1,18-25; Lc 1,26-17) carnalmente; pero Dios le cambió sus planes y le dio otra misión y otro proyecto distinto al que él tenía: ser custodio de la Mujer que iba a dar a luz al Hijo de Dios. Y José aceptó generosamente el plan de Dios renunciando al suyo propio.

Así hace el sacerdote. Renuncia a su propia esposa y a sus propios hijos en la carne para aceptar el llamado de Dios a ser, en este caso, el custodio de la Iglesia, y de los muchos hijos que, mediante el Sacramento del Bautismo, engendrará para Dios.

Dicen: “Fueron los sacerdotes los que mataron a Cristo”.

(192) Es una acusación infame e imprudente. En primer lugar, quienes lo hicieron fue un pequeño grupo de fariseos y escribas, y a lo largo de los cuatro evangelios hay abundantes evidencias de ello.

Ni siquiera se puede culpar de ello en general a los fariseos y escribas, ya que incluso algunos de ellos cooperaban y estaban a favor de Cristo; por ejemplo: Nicodemo (cf. Jn 3,1; 7,50-53; 19,39-40), José de Arimatea (cf. Mc 15,43; Lc 23,50-53) y Gamaliel (cf. Hch 5,33-40).

Lo que no puede ni siquiera decirse de los fariseos y escribas, mucho menos se le puede estar adjudicando justamente a los mismos sacerdotes que Cristo instituyó en la Última Cena.

Profundicemos un poco más acerca del Sacerdocio en las Sagradas Escrituras:

(193)

  • Prefigurado ya en el Antiguo Testamento (cf. Gn 48,14; Nm 8,9-11; 27,15-23).
  • El llamado a los Apóstoles (cf. Mt 10,1; Mt 16,19; Lc 6,13-16; Lc 22,28-32).
  • Consagración de los Apóstoles (cf. Jn 20,22).
  • Envío de los Apóstoles (cf. Mt 28,19; Mc 16,15; Lc 24,47; Jn 20,21).
  • Transmisión del sacerdocio (cf. 1Ti 4,14; 1Ti 5,22; 2Ti 1,6; Tit 1,5; Hch 6,5-6; 13,2-3).
  • Funciones de los sacerdotes (cf. Mal 1,11; Mt 28,19; Jn 20,23; 1Cor 11,24; Stg 5,14-15).
  • Grados de autoridad (cf. 1Cor 12,28; Ef 4,11; 1Te 5,12; Stg 3,1).
  • Sacerdocio de los creyentes (cf. Ef 2,19-20; 1Pe 2,5; 1Pe 2,9).
  • Orar por las vocaciones sacerdotales (cf. Mt 9,37-38; Lc 10,2).
  • Sólo transmite poder la imposición de manos de la sucesión apostólica (cf. Hch 8,17-19; 14,23; 15,22-27; 19,6).

Dicen: “Los apóstoles tenían esposas. Los sacerdotes deberían casarse”.

(194) Desvirtúan las cosas por desinformación o tal vez por mala intención. Ésta es la verdad:

Los Apóstoles tenían esposas e hijos, pero lo dejaron todo por Cristo. Pedro lo confiesa en Mc 10,28: “Señor, ¿qué va a ser de nosotros que lo hemos dejado todo para seguirte?”. En Lc 18,28-30, Jesús habla incluso de ‘dejar la esposa’ para entregarse por entero a su servicio.

Ha habido casos en la historia de personas ya casadas, y no sólo de hombres, sino también de mujeres, como San Paulino de Nola (393–431), Santa Juana de Chantal (1572-1641) y Santa Joaquina de Vedruna (1773–1854) que luego de un tiempo de haber asegurado la estabilidad a sus hijos, o de haber enviudado, decidieron dejarlo todo y renunciar a todos sus bienes para tomar el camino del sacerdocio o la vida religiosa.

El celibato en el sacerdocio está en la Biblia, pero muchos no lo saben.

(195) Es un don entregado por Dios a quienes Él llama (cf. Mt 19,10-12).

Jesucristo es fiel, tiene todo el poder y esto fue lo que le prometió a Pedro que andaba preocupado por haberlo dejado todo para seguirle: “Yo les aseguro que ninguno dejará casa, esposa, hermanos, padre o hijos a causa del Reino de Dios sin que reciba mucho más en el tiempo presente y, en el mundo venidero, la vida eterna.” (Lc 18,29; Mc 10,29-31).

No es un mandato, pero Pablo lo presenta como una concesión que recomienda, porque él mismo es uno de ellos que ha escogido vivir célibe (cf. 1Cor 7,6-9).

Para ejercer el ministerio es sumamente útil y favorable que sacerdotes y consagrados le entreguen totalmente su amor a Jesucristo y tengan disponibilidad plena para atender al pueblo de Dios (cf. 1Cor 7,32-35). Nótese, en este pasaje bíblico, la evidencia de la vocación a la virginidad, tanto en hombres y mujeres, para dedicarse a servirle expresamente al Señor.

Dejarlo todo por seguir a Cristo es siempre la mejor empresa que un humano puede emprender. En Mt 13,45-46 dijo el Señor: “Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene y la compra”.

Algunos dicen: “La misma Biblia dice que el prohibir casarse es una doctrina diabólica”. 

(196) Están muy desinformados. Se apoyan en 1Tim 4,1-3, pero lo interpretan muy mal. Allí de lo que se está hablando no es del celibato, sino de doctrinas que existían en aquel tiempo en que algunos grupos, como los maniqueos y con influencias gnósticas, pensaban que todo lo relacionado con el cuerpo era malo. Por eso para ellos era malo el casarse. Es una condenación hacia esos grupos y su doctrina.

En la Iglesia Católica el celibato es mandado por la Tradición y el Magisterio;

(197) …y lo manda porque las Escrituras así lo validan y porque Ella misma ha recibido personalmente de Jesucristo el poder y la autoridad para decidirlo (cf. Mt 16,18-19; 19,28; 18,18; Jn 20,23). Muchos son los casos de pastores casados que descuidan a sus hijos y a su propia familia por atender el ministerio y viceversa.


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HF-VIDEO / El Sacerdocio y el Celibato.

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