Miércoles, III Semana. Tiempo Ordinario
Comentario:
En la primera lectura de la misa de hoy encontramos otra base o apoyo que afirma la virginidad de la madre del Mesías. Por boca del profeta Samuel, y prefigurado en la persona del Rey David, Dios anunció que su trono lo tendría por siempre, y para toda la eternidad, su Hijo Jesucristo. De haber tenido más hijos la virgen María, y siguiendo lo establecido en la antigua Alianza, luego de la muerte de Cristo en la cruz, uno de los demás hijos habría tenido el derecho, la potestad y el deber de tomar dicho trono y continuar la dinastía del reinado en Israel.
Así dijo el Señor por medio del profeta: ”Seré para él un padre y él será para mí un hijo; (…) Tu casa y tu realeza estarán para siempre ante mí, tu trono será firme para siempre”. (2Sam 7, 14-16). Era necesario, por lo tanto, que María sólo diera a luz un hijo, de manera que el trono de David descansaría sólo y para siempre en su Hijo Jesucristo. Así lo revela la Palabra de Dios en Lc 1, 33 y en Ap 11, 15: “Cristo reina por los siglos de los siglos”.
Jesús y su madre estaban entrañablemente unidos, no sólo en carne, sino también, en todo cuanto al misterio del Plan de Salvación se refiere.
Pregunta para compartir:
¿Qué consecuencias, en el reinado davídico, habría tenido el que la madre de Cristo pariese más hijos aparte de Jesucristo?
Elaborada por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc