En línea y continuidad con la sección anterior, donde se trataron los pecados ocasionados por la acedia, hoy se mencionan los daños que produce.
Daños que produce la acedia:
S. Gregorio Magno nos pone en guardia contra el peligro de la pereza espiritual:
«Al perezoso se le ha de hacer saber que muchas veces, cuando no queremos hacer oportunamente las cosas que podemos, poco después, cuando queremos, ya no podemos; porque la desidia del alma, cuando no se sacude con oportuno ardor, aumenta furtivamente con el sopor, el cual hace decaer totalmente el deseo de bien […]. Se dice que la pereza hace venir el sueño porque cuando se deja de querer obrar bien, poco a poco se pierde además el cuidado de pensar bien. Por lo que acertadamente se añade: y el alma negligente padecerá hambre; porque el alma, cuando no aspira con ardor a lo más alto, se derrama perezosa por los bajos deseos; y por lo mismo que se dispensa de someterse a disciplina, se derrama en deseos de placeres» (1).
En pocas palabras, el Señor pinta un cuadro de la acedia en la parábola de los talentos, (ver Mt 25, 14-30) donde el mal siervo quiere disculpar su pereza -no haber hecho fructificar los dones recibidos- acusando a su Señor de excesiva severidad, pero de nada valen sus excusas, y ha de oír el juicio que merece su acción: “Arrojadle a las tinieblas exteriores, allí será el llanto y crujir de dientes”. Esta enseñanza estaba muy clara en los primeros cristianos, a los que exhortaba S. Pablo: “No seáis flojos en cumplir vuestro deber. Sed fervorosos de espíritu, acordándoos que al Señor es a quien servís” (Rom 12, 11).
Por eso, se puede decir que la acedia es el primer obstáculo para alcanzar la santidad, porque hace abandonar la lucha ascética, rechaza todo tipo de ayuda y se dispersa en la búsqueda del placer sensible: es el principio de la tibieza.
Además, «el hombre triste se porta mal en todo momento. Y lo primero en que se porta mal es en que contrista al Espíritu Santo, que le fue dado alegre al hombre. En segundo lugar, comete una iniquidad, por no dirigir súplicas a Dios ni alabarle; y, en efecto, jamás la súplica del hombre triste tiene virtud para subir al altar de Dios» (2)
Aparte de los daños ya indicados debe incluirse el sufrimiento por las injustas cargas y afrentas que pesará sobre quienes tienen que sobrellevar el peso de las responsabilidades abandonadas producto de la negligencia derivada de la acedia.
Para compartir:
1.- ¿Qué daños produce la acedia?
2.- ¿Cuál es tu apreciación sobre el conocimiento que la gente tiene acerca de la acedia? ¿Qué debería hacerse?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc
Fuente:
(1) Obras, Regla Pastoral, ed. BAC, Madrid 1958, pp. 174-175.
(2) Pastor de Hermas, Mandamientos, X,3,2, en Padres Apostólicos, ed. BAC, Madrid 1950, pp. 994-995.
Nota
Los temas a presentar en la secuencia de orientaciones sobre la Acedia en orientación hacia la asocialidad son tomados de la Guía de Auxilio Espiritual, escrita por el mismo elaborador de esta publicación.