“Quien esté sin pecado que lance la primera piedra» (Jn 8, 7).
Como ser humano, muchas cosas te preocupan y te duelen. Puede suceder alguna vez que la decepción o la desilusión afecten a un cristiano por el anti testimonio de algún hermano o de algún ministro de la Iglesia.
Seamos justos y objetivos al razonar: la Iglesia es obra de Dios en manos de hombres, y está compuesta por humanos; y, como tal, es de esperar que en sus miembros no todo sea perfecto. En los mismos Apóstoles, al comienzo de la Iglesia, los defectos abundaban, y aun así, Cristo los eligió y nunca los expulsó (…) En la denominación protestante a donde cualquiera decida irse, las cosas no son diferentes; allí también son humanos; y, como en toda familia, los inconvenientes, los conflictos y los momentos difíciles también están a la orden del día.
Repite una y otra vez esta bella oración del salmista
Deja que la humildad sea tu guía, y haz a menudo esta bella oración:
“Tú conoces, oh Dios, mi torpeza, no se te ocultan mis ofensas. ¡Que, por mí, no queden defraudados los que esperan en ti, Yahvé Sebaot! ¡Que, por mí, no queden confundidos los que te buscan, Dios de Israel! Pues por ti soporto el insulto, la vergüenza cubre mi semblante; a mis hermanos, resulto un extraño, un desconocido a los hijos de mi madre; pues el celo por tu Casa me devora, y si te insultan sufro el insulto” (Sal 69, 6-10).
Abre la Biblia y lee Lc 22, 31-32, verás que el mismo Jesucristo nos advirtió que seríamos zarandeados fuertemente en la fe por Satanás; y que, para superar esas pruebas, debemos estar donde está Pedro, ya que a él le encomendó pastorearnos en esos momentos difíciles.
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2.- La prudencia lleva más lejos que la prisa; ¿Por qué?
Elaborada por:
P. Héctor Pernía, mfc
Fuente:
El contenido fue tomado de la «Guía Bíblica Hospitalitos de la Fe” (VI Ed.) elaborada por el mismo autor de esta publicación.