¡Qué importante es reconocer los propios límites!
No hacerlo teniendo la llave para abrir el candado en tus propias manos, hará que vivas acusando a los demás diciendo: «El candado está cerrado». Acusarás a otros de tus infortunios, o de estar tomando alcohol. Muchos inclusive dicen: «Por culpa de mi mujer».
En el evangelio hay un caso muy diciente e iluminador: en Mc 9, 14-19, donde se relata que Jesús preguntó a sus discípulos el por qué estaban discutiendo, a lo que un hombre le dijo que tenía un hijo poseído y que pidió a sus discípulos que le ayudaran, pero ninguno de ellos había podido liberarlo. Aquel hombre acusaba a los discípulos de Cristo de la situación con su hijo, de que ellos no habían servido para nada. Jesús dijo: «¡Gente sin fe!» (Mc 9, 19). El hombre se acercó a Jesús y le pidió: «si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros» (Mc 9, 22). A lo que Jesús le respondió: «¿Qué es eso de si puedes? ¡Todo es posible para quien cree!» (Mc 9, 23), el hombre aquél se desarmó y su represa interna de incredulidad se le desbordó, se desnudó su fe débil, reconoció su propia flaqueza, y a voz en grito el padre del muchacho le suplicó al Señor: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» (Mc 9, 24).
Allí, en el ejemplo de este padre de familia está vivamente retratada la situación que debe darse en un adicto (a lo que sea) para salir de su enfermedad. Dejar de culpar a los demás de sus desgracias y quebrarse ante Cristo, «¡NO PUEDO MÁS; ¡AYÚDAME, SEÑOR!». Y llora sin pena, de ser necesario. Pero, desahogarse ante Cristo, Él todo lo puede. Ríndete ante Él, que a partir de allí viene el milagro. Dicho de otro modo, con palabras del psicólogo Octavio Escobar:
«Un alcohólico sabe que es alcohólico, pero no puede dejar de tomar. Cuando la gente no puede parar de comer. Manías del ser humano: lavarse las manos, caminar, tics nerviosos. Este dolor profundo controla al ser humano. El ser humano, no tiene control sobre eso. Por eso el Señor nos da la oración de sanación, nos da el amor infinito de Él, para que venga esa sangre a sanar esas heridas. A través de la oración el Señor nos sana. El Señor en la oración puede llegar a lo profundo de ese dolor y sanarlo. Es el único que conoce nuestro problema y el único que sabe cómo arreglarlo. La oración permanente y constante si nos puede sanar». (1)
Para compartir:
1.- ¿Qué pasa si el alcohólico no reconoce la gravedad de su situación y su responsabilidad para superarla?
2.- ¿Qué testimonio dio de su fragilidad el hombre que en el evangelio le suplicó a Jesús que lo ayudara con su hijo poseído?
Elaborada por:
P. Héctor Pernía, mfc
Fuente:
ESCOBAR, O. (2020) «Diplomado en Sanación Interior»; Transcripción y citas bíblicas por el P. David Bastidas, AMGD; Colombia; Pág. 252
El contenido fue tomado de la «Guía de Auxilio Espiritual» elaborada por el mismo autor de esta publicación.