Es fundamental para cada ser humano, vivir y permanecer en el mundo a imagen y semejanza de su Creador: en Comunión. ¿Con quién? Con Dios y con su prójimo.
Alianza con Dios, sin la Iglesia que Él fundó, suena a que algo no está bien en la vida espiritual. Aunque una persona tenga que estar sola para orar, debe llevar en su corazón, su amor y su oración por todos sus hermanos en Cristo, como dice un hermoso himno de Laudes en la Liturgia de las Horas:
Padre nuestro, Padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo.
No vengo a la soledad cuando vengo a la oración, pues sé que, estando contigo, con mis hermanos estoy; y sé que, estando con ellos, tú estás en medio, Señor.
No he venido a refugiarme dentro de tu torreón, como quien huye a un exilio de aristocracia interior.
Pues vine huyendo del ruido, pero de los hombres, no.
Allí donde va un cristiano, no hay soledad, sino amor, pues lleva toda la Iglesia dentro de su corazón. Y dice siempre «nosotros», incluso si dice «yo». Amén.
Pero, una cosa es la comunión con hermanos miembros del Cuerpo de Cristo (la Iglesia que Él fundó); y otra muy distinta y frustrante es, la comunión con una “iglesia” meramente humana, y con los seguidores de un simple mortal que, a cuenta personal esa tal “iglesia” fundó y que a nadie salvó.
No es yéndote de la Iglesia como las dificultades van a desaparecer de tu vida; es un paso equivocado que estarías dando; ya que, no es yéndose a la calle, como se repara una casa; se necesita, obligatoriamente, estar dentro de ella para poder hacerlo. Afuera sólo podrás arreglarle la fachada.
Para compartir:
1.- ¿Te ha venido alguna vez la tentación de evadir la Iglesia y preferir una relación con Dios de modo separado?
2.- ¿Por qué es tan necesaria la comunión con la Iglesia para tener comunión con Dios?
Elaborada por:
P. Héctor Pernía, mfc
Fuente:
El contenido fue tomado de la «Guía Bíblica Hospitalitos de la Fe” (6ta. edic.), elaborada por el mismo autor de esta publicación.