Quien toma la senda de lo que significa “católico”, camina hacia lo comunitario; y, el que la rechaza, camina hacia el individualismo, el egoísmo y el sectarismo. Es anticristiano y antisocial, incluso, tomar los dictámenes del propio «yo» como medida a prevalecer sobre lo que digan o piensen otras personas, incluso más preparadas y cultas a las que se les censura para silenciarlas.
Hoy se ha expandido la epidemia del desaire y desprecio ante todo lo que sea pecado, ante Dios y ante lo que es de todos y para todos. Es la enfermedad quizás más extendida en la actualidad: La soberbia del hombre ante Dios, del individuo ante la comunidad, del propio modo de pensar ante la fe de la Iglesia.
¿Qué urge?
Un poco de humildad. Que el egocentrismo de esta tendencia consumista, superficial y vanidosa actual, que se alimenta sólo de emociones fugaces, haga silencio y trabaje para vencerse a sí misma; porque no hay otra forma para lograr bajarle a la arrogancia y predisposición contra la Iglesia Católica que el dominio de sí, y la sana alimentación de la mente, nutriéndola de contenidos, lecturas y conversaciones no adulteradas o viciadas de medias verdades que ventilan engaños y ocultan el conocimiento verdadero.
Urge lo que una a las personas, las haga hermanas, y sane la profunda crisis de rivalidad, violencia y agresividad que domina entre las familias, vecinos, grupos, toldas políticas, naciones y, muy tristemente, entre religiones y los mismos cristianos.
Urge la unidad de los cristianos, para así poder llamar – con testimonio – a la unidad entre las religiones no cristianas, y ante el resto de la humanidad sumergida en conflictos.
Une y ayuda quien orienta la mente y el corazón hacia la catolicidad, mediante la cabeza, que es Cristo; divide y siembra la rivalidad quien toma el camino contrario, el separatismo, el cisma, la fractura, la separación, el sectarismo.
Ya en el año 375 d.C., San Pacián de Barcelona, en su Carta a Sympronian, escribió:
«Cristiano es mi nombre, y Católico mi apellido. El primero me denomina, mientras que el otro me instituye específicamente. De esta manera he sido identificado y registrado… Cuando somos llamados católicos, es por esta forma, que nuestro pueblo se mantiene alejado de cualquier nombre herético».
Para compartir:
1.- ¿Por qué la sociedad desconoce tanto el significado de la palabra católico y el origen de este nombre en la Iglesia de Cristo?
2.- ¿Qué actitudes identifican a una persona que tiene mente y corazón católico, y a las que son lo contrario?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc
*Fuente:*
Nota: El contenido es tomado – con algunas ampliaciones -, de la ‘Guía Bíblica Hospitalitos de la Fe’, elaborada por el mismo autor de esta publicación.