Apologética en la Liturgia de la Palabra
IDOLATRÍA EN EL PROTESTANTISMO
Lunes, XVII Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
San Ignacio de Loyola, presbítero, memoria obligatoria.
Lecturas del día: Ex 32, 15–24. 30-34; Sal 105, 19–23; Mt 13, 31–35
Comentario:
El pasaje del Libro del Éxodo en donde se narra el episodio de la elaboración del Becerro de oro y el culto que los israelitas le dieron nos pone ante una situación muy especial, que muchas veces no ha sido correctamente analizada.
En varios pasajes se habla del pecado de la idolatría como si éste hubiera sido una sustitución de YAHWÉH por otro dios. Sin embargo, el texto nos habla de que los israelitas quisieron hacerse una versión «tangible» del dios que los había liberado. Así, aunque no se podía hablar de una sustitución, sin embargo, sí se realizaba una manipulación: se conservaba el Nombre de Yahwéh, pero se rebajaba a las condiciones que los israelitas decidían. Por tanto, al materializarlo bajo la forma del becerro o del toro, símbolo de la fuerza y el poder en las culturas orientales, los israelitas no hicieron sino igualarlo a cualquier dios.
Por esta razón es que Dios siempre destruye las imágenes idolátricas a las cuales se le intenta reducir o someter. Y esto no es sólo un problema del Antiguo Testamento, sino también del Nuevo y ha querido romper definitivamente toda posible idolatría con su Encarnación. De esta manera, Jesús nos ha mostrado que Él es la Imagen visible del Dios invisible y que Dios siempre va más allá de lo que los hombres se imaginan.
Así, la respuesta que Jesús le dio a Marta (cf. Jn 11, 21-45) es una destrucción del ídolo que se había hecho sobre él: no era el Dios hacedor de milagros según el capricho de la gente, sino el Dios que llora por sus amigos y les salva de la muerte para darles Vida eterna.
De esta forma, el peligro de la idolatría recorre los pasillos del protestantismo, toda vez que se separan del Dios revelado y, con sus deformaciones y alteraciones doctrinales, se fabrica, cada Secta, una ideologización de Dios, un dios hecho a su medida y conveniencias. Este ídolo yace oculto, imperceptible ante quienes lo poseen, sobre todo, cuando les mantiene en un estado de conformidad que los lleva a creer que su forma de creer en Dios expresa la plenitud de su Misterio. Los católicos han de luchar contra esta tentación en la que también pueden caer, al distanciarse de la Fe de la Iglesia y hacerse una moral y una relación con «Dios» a su propio parecer: un dios a su medida, a su conveniencia, a su antojo.
Ése es el gran problema de las sectas: proponer un Dios idealizado, ideologizado, que no es el Dios vivo, verdadero y sacramentado. Así, cada pastor y predicador lo maquilla a su manera y como Aarón con el becerro de oro, pretende afirmar que ése es el Dios verdadero.
El único Dios Vivo que da Salvación a su Pueblo es Jesús y se encuentra realmente en la Eucaristía, que no es ninguna imagen ni ninguna representación. No es el Becerro de Oro, sino el Cordero Degollado y de pie. Por tanto, la Adoración Eucarística es la única forma de liberarnos de un Dios amoldado a nuestros parámetros o caprichos. Pues ante el Dios verdadero que ha querido ser nuestro pan, ninguna otra idealización o representación le muestra en su ser infinito y presente con verdad.
Para compartir:
1.- ¿Cuál reducción idolátrica has empleado con Dios?
2.- ¿Cómo evitar las manipulaciones reductivas sobre Dios?
Elaborado por:
P. Christopher Cortés, mfc