Apologética en la Liturgia de la Palabra
INCREDULIDAD Y RESISTENCIA A LA CONVERSIÓN
Martes, XV Semana del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Lecturas del día: Ex 2, 1 – 15; Sal 68, 3. 14. 30-31. 33-34; Mt 11, 20 – 24
Comentario:
La Palabra de Dios que en este día resuena en los textos sagrados nos ponen delante de una situación sobre la cual el Señor nos advierte con claridad para no caer en el conformismo de una postergación que, en sí misma, ya sería un grave pecado.
Muchas veces, sobre todo cuando se habla sobre la Evangelización, se llega a aducir que el testimonio de los cristianos debería ser suficiente para que quienes viven cerca de ellos, los trataran y los vieran, se convirtieran a la Fe en Jesús. Otras veces se piensa que, con la presentación de los argumentos veraces sobre la Fe, sustentados bíblicamente y con la explicación de la Tradición y el Magisterio, incluso con fundamentos de ciencias auxiliares como la psicología, sociología, sería suficiente para que las personas creyeran. Sin embargo, la realidad es que no es así.
Y es que la Fe es un Don que Dios quiere dar a todos los Hombres, pero que, por la dureza de sus corazones, muchos se resisten a recibirlo. Así, podemos toparnos con el Católico que ha recibido la Gracia de la Plenitud de los Medios de Santificación y Comunión con Dios y no los aprovecha y vive en pecado y alejado de Dios, alegando que cree en Él a su manera; pasando también por el Protestante que a pesar de investigar sobre los Orígenes de la Iglesia y que lo lleva a percatarse de que la Iglesia Primitiva es la Iglesia Católica y ni así acepta su error y se convierte, como también el agnóstico o ateo que toma los pecados e hipocresías de los creyentes para resistirse a la Gracia, etc.
Por eso, cada quien necesita reconocer el Grado de incredulidad en el que se encuentra, para que, de esa manera, pida y busque más y más el Don de la Fe y lo exprese convencidamente en sus obras de conversión.
Y, sobre todo, hemos de renunciar al pensamiento conformista de que el privilegio nos da un estatus que nos exenta de lo que – por el contrario – Dios nos pide que lo vivamos de manera tanto convencida como comprometida. Así como Moisés tuvo que descubrir que Dios lo había preservado no para tener una vida de Príncipe, sino para convertirse en su instrumento. Que no dejemos de hacer lo que nos corresponde para convertirnos y evangelizar a nuestros hermanos, pero a la vez no cesemos de pedir el Don de la Fe para ellos y nosotros.
Para compartir:
1.- ¿En qué aspectos de tu vida notas resistencias a la Fe y a la Conversión?
2.- ¿Por quién necesitas orar de manera especial para que se abra al Don de la Fe y la Conversión?
Elaborado por:
P. Christopher Cortés, mfc