FELIPE: Fíjate en una cosa, amigo Etíope, a ninguna persona Jesús le dirige tantas declaraciones formales para encomendarle y exigirle responsabilidades como a Pedro. Es justamente sobre este Apóstol que Jesús coloca la principal responsabilidad de APACENTAR la Iglesia naciente y es a él a quien entrega LAS LLAVES del REINO DE LOS CIELOS.
Ahora bien, llama poderosamente la atención el simbolismo tan transcendente que tiene esta entrega solemne y formal que Jesucristo le hace a Pedro, pues en lugar de llaves pudo haberle dado un par de sandalias, algún cayado o bastón; un manto, un decreto o una autorización firmada y sellada para darle tal asignación y de esta manera levantar sobre él su Iglesia; o ¿por qué no?, pudo haberle dado las llaves de alguna casa donde se hospedó en algún momento, la de la carpintería, la llave de la casa de su madre o la llave de cualquier otro lugar.
ETÍOPE: ¿Y por qué le da específicamente las llaves del Reino de los Cielos?
FELIPE: Los reyes poseen y gobiernan todo, pero no cargan las llaves de sus pertenencias, sino que las confían a un mayordomo. Ellos tienen todo el poder, pero comparten y delegan buena parte de dicho poder en el administrador de su reino, así como el Faraón de Egipto hizo con José, el hijo de Jacob (Gn 41,37-44). Pero en nuestro caso no se trata de unas simples llaves, pues Jesucristo le dice a Pedro “Yo te daré las LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS” (Mt 16,19), y esto es lo realmente sorprendente, pues eso quiere decir que le otorga las llaves de TODA SU OBRA.
ETÍOPE: Que un simple mortal, un humano, un pecador, tenga tanto poder recibido directamente del Hijo de Dios, es ciertamente sorprendente para cualquier pronóstico humano y debe ser seguramente algo insoportable para Satanás y los suyos.
FELIPE: Pero así es nuestro Señor Jesucristo; nuestro conocimiento es necedad para Él y su sabiduría se vuelve necedad y locura para nosotros. Los pensamientos de nuestro Señor son muy distintos a los nuestros (Sal 139,7; Rm 11,33-35; 1Cor 1,19-20.25). Jesús confía en aquel a quien Él mismo conoció, llamó, hizo justo, santo y le da la gloria (Rm 8, 30); Jesús es rey y entrega las llaves de su reino a su mayordomo directo: Pedro. Pensando con detenimiento, me doy cuenta de la concordancia tan particular que pueden tener Pedro y Moisés: Pedro recibe la autoridad y la misión de guiar el pueblo de la nueva alianza (la Iglesia) hacia Jesucristo, que es el camino, la verdad y la vida, del mismo modo como Moisés recibe de Dios el poder y la autoridad para guiar al pueblo de Israel en su peregrinar hacia la tierra prometida. (Mt 16, 18-19; Jn 21, 15-17 y Eclo 45,7-8).
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