Miércoles, I Semana de Cuaresma, feria.
Lecturas del día:* Jon 3, 1-10; Sal 50, 3-4.12-13.18-19; Lc 11, 29-32.
Comentario:
Las lecturas de la misa de hoy nos traen un contraste entre dos modos de responder a la palabra de Dios: Por un lado, los ninivitas (cf. Jon 3, 1-10) y, por el otro, la generación que escuchó a Jesús (Lc 11, 29-32). Los primeros, “abandonaron su mal camino”; es decir, se convirtieron. Los segundos, sólo querían un “signo”, una señal, de parte de Jesús. Con este contraste reflexionemos sobre un error que suele darse, incluso entre cristianos: Creer en el destino; creer que nuestras vidas sólo son el desarrollo de algo “ya escrito” (sea por Dios o el “Universo”, o las “estrellas”, etc.).
¡Qué gran error! Eso equivale a afirmar que sólo somos piezas de un gran juego que “alguien” manipula a su antojo. Si esto fuese cierto, ¿Qué sentido tiene la predicación de todos los profetas bíblicos? ¿Para qué se esforzó Cristo en anunciar el evangelio e invitar a la conversión? ¿Acaso nuestros dilemas para tomar alguna decisión no son evidencia de nuestra libertad para decidir? ¿No es nuestra conciencia el mejor testigo que tenemos de nuestro “libre albedrío”? Por tal razón, hablando de los que merecen la ira de Dios, San Pablo escribió: “(…) son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón” (1).
Hoy las lecturas confirman que el destino no existe. En la primera lectura, tras la conversión de los ninivitas, Dios vio “su comportamiento” y por ello no les envió el castigo que había anunciado por medio del profeta. Tal predicación les dio la oportunidad de escoger libremente el ARREPENTIMIENTO. Esto mismo Jesús lo ratifica en el evangelio: “(…) ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás” (cf. Lc 11, 32). Fue con el mensaje del profeta, no por designios de un destino. No seamos como la generación de Jesús y convirtámonos a su evangelio. Obedezcamos esta proclamación de San Jerónimo:
“Conviértanse a mí de todo corazón, y que su penitencia interior se manifieste por medio del ayuno, del llanto y de las lágrimas (…) yo les digo que no rasguen sus vestiduras, sino sus corazones repletos de pecado (…) que debe ser rasgado por la voluntad” (2).
Fuentes:
(1) Romanos 1, 20e-21. Biblia Nácar-Colunga, Biblioteca de Autores Cristianos, 1977.
(2) Caminar con los padres de la Iglesia. José Argüello (2006). Ediciones Graphic Print, S.A. (pág. 64).
Para compartir:
1.- ¿Te has sentido atraído por esa enseñanza de que hay “un destino” ya establecido? ¿Cómo has superado ese error?
2.- ¿Cómo explicarías a alguien creyente de este error que su voluntad es libre y, por lo tanto, es totalmente responsable de aceptar a Dios o de rechazarlo?
Elaborado por:
Nelson Ledezma, mfc