Apologética en la Liturgia de la Palabra
IV Domingo de Cuaresma.
Lecturas del día: 1S 16, 1. 6–7. 10–13; Sal 22, 1–6; Ef 5, 8–14; Jn 9, 1–41
Comentario:
En el evangelio de hoy vemos un choque frontal entre un grupo de fariseos y un ciego de nacimiento porque Jesús le sanó de la ceguera un día sábado. De Jesús dijeron: “Ese hombre, que trabaja en día sábado, no puede venir de Dios” (Jn 9, 16). Esa declaración tiene hoy mucho que decir ante los adventistas radicales que aseguran que la Ley del Sábado no ha cambiado en absoluto, y que las personas que no acatan el descanso que ellos mismos reglamentan no vienen de Dios.
La acusación que los fariseos le hacen a Cristo, señalándolo de “violador del sábado”, contradice abiertamente la doctrina adventista que pone a Jesús como cumplidor del mismo, siendo que adventistas y judíos se asemejan en las normas que establecen para esta ley. ¿Cómo catalogarles de “cristianos” si sus maestros en guardar el sábado, los fariseos, condenaron a Cristo de ser un hombre que no viene de Dios, por violar las obligaciones de ese precepto?
Entre adventistas y este grupo de fariseos hay otros elementos en común:
Los fariseos hicieron una errada interpretación literal del sábado como día de descanso, y por ello pensaban que también prohibía hacer el bien; en este caso, que Jesús sanara un ciego de nacimiento. Muchísimos adventistas, igualmente se oponen a hacer muchos deberes y servicios los días sábados, so pretexto que no se puede hacer nada ese día.
Decía San Agustín:
“Los que no veían, ni habían sido ungidos, decían: «Este hombre no es de Dios, pues que no guarda el sábado». Mejor guardaba el sábado el que estaba libre de pecado, pues guardar el sábado en sentido espiritual es estar libre de pecado, y esto es lo que Dios aconseja cuando exhorta a santificar el día del sábado, diciendo (Ex 20, 10): «No haréis obras serviles». Y he aquí lo que el Señor llama obra servil: todo el que hace un pecado, es esclavo del pecado (Jn 8, 34); pero mientras ellos observaban carnalmente el sábado, espiritualmente lo violaban”. (1)
Los dirigentes adventistas, al igual que los fariseos, caen en el error de pararse sobre el Decálogo antiguo para mirar desde allí a Cristo, y lo ven de igual a igual al sábado, o quizás, inferior. Creen que la Salvación les va a venir por guardar el precepto sabático, como si el mismo Cristo dependiera de dicha Ley.
Desconocen a Cristo. Él es el Alfa y el Omega (cf. Ap 22, 13) el punto de partida y definitivo Legislador, para cualquier hijo de Dios. La Ley, del cristiano, es Cristo. Si los judíos y adventistas renacieran y comenzaran su vida desde Cristo, y no desde la Ley recibida en el Sinaí, no les causaría dificultad alguna verlo hacer obras de bien los días sábados, porque comprenderían su autoridad y superioridad sobre dicha Ley.
Los adventistas, al leer en Ex 31, 16-17 que este Decálogo es perpetuo, creen equivocadamente que con la llegada de Cristo no iba a sufrir cambio alguno; y piensan así porque niegan y no reconocen que Cristo inauguró una nueva Alianza, que fundó una Iglesia, y frente a ella puso a Pedro junto a los demás Apóstoles, con el poder de atar y desatar todo lo que refiera al Reino de Dios, dándoles así, facultad para actualizar y perfeccionar el Decálogo (cf. Mt 16, 17-19; 19, 28).
Fuente:
(1) San Agustín, in Joanem tract. 44. Tomado de: [deiverbum.org/jn-09_01-41/]
Para compartir:
1.- ¿Por qué los fariseos se resistían a reconocer a Jesús como venido de Dios?
2.- ¿Qué tendrán en común con los adventistas los que hoy observan como fundamental de su religión no hacer nada los sábados?
Elaborado por:
P. Héctor Pernía, mfc