Apologética en la Liturgia de la Palabra
Lunes de la Octava de Pascua, Ciclo B / Año impar.
Lecturas del día: Hch 2, 14.22-33; Sal 15; Mt 28, 8-15.
Comentario:
En el evangelio de hoy identifiquemos dos reacciones suscitadas por la resurrección de Jesús: Por un lado, la de aquellas mujeres que al encontrarse con Jesús resucitado “impresionadas y llenas de alegría (…) se postraron ante él y le abrazaron los pies” (cf. Mt 28, 8-10). Por otra parte, la reacción de los soldados, los sumos sacerdotes y los ancianos del sanedrín, quienes difundieron el cuento de que “sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo” (cf. Mt 28, 11-15).
En el primer caso, aquellas discípulas del Señor muestran el proceder de quienes creemos que Jesucristo efectivamente SÍ resucitó. Aún hoy, casi 20 siglos después, «impresionados y llenos de alegría» celebramos su resurrección. Para nosotros la resurrección de Jesús es el pegamento que une todos los ladrillos de nuestra fe; con San Pablo afirmamos: “(…) si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe (…). Si esto fuera así_ [que Jesús no resucitó] _nosotros resultaríamos ser testigos falsos de Dios, puesto que afirmamos que él resucitó a Cristo (…)” (cf. 1Co 15, 14-15). [1]
En el segundo caso, aquellos soldados, sacerdotes y ancianos asumieron la actitud de quienes, en todos los tiempos, no creen en el evangelio de nuestro Señor. Ni porque vean un hecho extraordinario en sus vidas –como pasó con los soldados que vieron al ángel remover la piedra del sepulcro (cf. Mt 28, 4)- abren su corazón a la verdad del evangelio; para ellos el cristianismo se edificó sobre «un mito», una fantasía; la resurrección de un hombre que nadie ha podido probar.
Es que la resurrección de Jesús no la pueden ver como real quienes no la aceptan desde la fe. Jesucristo, luego de su resurrección, no caminó por Galilea ni Jerusalén anunciando que había resucitado; Él se apareció a los suyos, a sus discípulos (cf. Mt 28, 9-10.16-20; Lc 24, 13-46; Hch 1, 3; 2, 22-24.32) y de estos hemos recibido –y creído- en el testimonio de su resurrección; no como aquellos que esconden su incredulidad detrás de la búsqueda de pruebas y evidencias de aquel acontecimiento glorioso.
Nunca han faltado quienes prefieren creer en aquella «historia» que difundieron los soldados entre los judíos del pueblo. Hoy, para muchos, Jesús fue sólo un hombre (quizás un maestro especial, más nada); uno cuyo cadáver no fue encontrado pues «lo robaron» sus seguidores para hacer creer que había resucitado.
Fuente:
*[1]* “Dios Habla Hoy. La Biblia con Deuterocanónicos” (1.979). Versión popular, segunda edición. Sociedades Bíblicas Unidas.
Para compartir:
1.- ¿Qué has respondido ante aquellos que no creen en la resurrección de Jesucristo?
2.- ¿Has tenido la duda de reconocer la resurrección del Señor como un hecho auténtico? ¿Te parece una «historia» difícil de creer?
Elaborado por:
Nelson Ledezma, mfc