Lunes, III Semana de Pascua. Ciclo A
Lecturas del día: Hch 6, 8–15; Sal 118, 23–24. 26–27. 29–30; Jn 6, 22–29
Comentario:
Cualquier alimento da vida por minutos, por horas. Pero, la santa Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, dan Vida Eterna. Si quieres hacer la prueba, conviértete, prepárate debidamente, y acércate a la Santa Misa a comulgar.
Dirás que esto es una vulgar exageración. Y lo sería, ciertamente, si lo anunciara un hombre común y corriente. Pero, esto no es algo que lo esté diciendo yo, ni la Iglesia Católica; sino Cristo en Jn 6, 51-57. Sus palabras son verdaderas, en ellas no hay engaño alguno, y quienes en Cristo confían verán el fruto de su confianza; y quienes no, por su incredulidad, tropiezan.
Muchos van a la Iglesia Católica – y sucede igual en las sectas protestantes – en busca de algún interés particular, como saciar el estómago con un plato de comida, pero de ahí no pasan.
Así iban a Cristo de muchos pueblos: con fines materiales, y no para oír su Palabra; buscando comida, milagros; o, simplemente, para verle realizar prodigios. En su mente llevaban sólo lo que en su estómago y sus vísceras sentían; para nada había en ellos, ni de soslayo, la idea de que había un alimento superior y más necesario que estaba allí mismo, frente a ellos, y que podía darles vida, no por unas horas para luego volver a tener hambre, sino para alcanzar la inmortalidad.
Jesús, al darse cuenta de sus carencias, les dice: “En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna” (Jn 6, 26).
Y ya, apuntando hacia la Eucaristía, el alimento primordial que la humanidad necesita comer, les dice: “Este se lo dará el Hijo del hombre” (Jn 6, 27). Esto nos conduce, más adelante, en ese mismo capítulo a esta reveladora promesa donde une, en un mismo sacrificio y acto cultual, la Última Cena y la crucifixión: “El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne” (Jn 6, 51).
Hoy las cosas no son diferentes. En las ciudades y pueblos, la muchedumbre pasa a toda prisa frente a los templos donde, justo, están celebrando la Eucaristía y están comiendo el Alimento que da la vida eterna. Actúan ante este Alimento con una frialdad e indiferencia tal, que demuestran desconocer o ignorar la presencia Real de Cristo en la Hostia consagrada. Esa apatía e ignorancia explica por qué tantos católicos que apenas terminan su catequesis y reciben un Sacramento, desaparecen y se alejan de la Iglesia. De las sectas protestantes, la situación es más triste. Menos lo van a conocer mientras sigan distraídos haciendo teatros de la “cena del Señor”, y despreciando la Eucaristía diciendo que allí Jesucristo no está presente.
Para compartir:
1.- ¿Conoces realmente el alimento salvífico de la Santa Comunión en la Eucaristía?
2.- ¿Qué podrías aportar para que muchas más personas conozcan realmente la Eucaristía?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc