Apologética en la Liturgia de la Palabra
Jueves, III Semana de Pascua. Ciclo A
Lecturas del día: Hch 8, 26–40; Sal 65, 8–9. 16–17. 20; Jn 6, 44–51
Comentario:
Me quedan cortas e insuficientes las palabras para poder expresar lo que ocasiona en mí la contemplación y discernimiento del pasaje bíblico que hoy nos trae la primera lectura. Dios toma la iniciativa de salir en auxilio del etíope, poniéndole a su lado a un ministro de la Iglesia, confiable y seguro, para ayudarle a entender el texto del profeta Isaías, que aquel peregrino, por más que leía y leía, no lograba descifrar.
El etíope sabía a donde iban los caballos que conducían su carreta, pero no sabía qué dirección tomar en su mente y su corazón con lo que el profeta Isaías le estaba diciendo en la Biblia. Aquí se cumple un refrán muy criollo que dice: “cuatro ojos ven mejor que dos”. Una persona sola, interpretando la Biblia, sin formación, se pierde fácilmente sin darse cuenta; creyendo que va por un camino seguro, puede salir a decir o hacer cosas totalmente opuestas a las que Dios está revelando en el texto sagrado.
¡Qué tal si una de tantas personas a las que les resulta difícil el razonamiento abstracto, el lenguaje metafórico o figurado y que está acostumbrada toda la vida a ser muy práctica, a tomar las cosas así, tal cual las lee, al pie de la letra, o con las palabras exactas, como se las dicen, se tomara para sí aplicar, palabra a palabra, el pasaje de la Biblia donde dice: “Y Judas se ahorcó», o esta otra “Si tu ojo te hace pecar, ¡quítatelo!». Sin duda que diría: Pero, ¿qué es esto?, ¿Será que Dios quiere que me ahorque, o que me saque los ojos, o que me mutile todo el cuerpo?”.
Un dato muy importante.
Para poder interpretar bien la Biblia, sin error, se necesitan, dos condiciones indispensables, según el ejemplo que nos da el Señor, mediante el etíope y Felipe:
a) La asistencia o guía de una persona que sea confiable en materia de doctrina.
En este caso, Felipe es mencionado de primero entre siete hombres que fueron examinados previamente, y luego por imposición de manos fue consagrado miembro del Orden de los Presbíteros al ser consagrado diácono de la Iglesia (cf. Hch 6, 5-6). No es alguien que, por su cuenta, se nombró a sí mismo, ministro de la Palabra. Tampoco le llegó al etíope, porque a él se le ocurrió. Fue Dios mismo quien lo movió y lo llevó.
b) La humildad de quien lee la Biblia:
La encontramos en el etíope. Cuando Felipe le preguntó ”¿Entiendes lo que lees?” En lugar de contestarle: “Tú no eres más que yo para que me digas lo que tengo que interpretar”, o “yo interpreto como a mí me parezca” un poco el método que usan las sectas protestantes; le dijo, de manera muy humilde: ”¿Cómo voy a entender si nadie me explica?” (Hch 8, 31). Ésa, es la condición previa, que la Verdad exige para poder ser encontrada: la actitud del discípulo, de reverencia ante la Verdad, de quien lee, para que la Palabra de Dios pueda hacer de Maestra y dejarse encontrar.
A los soberbios, rebeldes y orgullosos, ella se les esconde; ella es ingobernable por criatura alguna.
Para compartir:
1.- ¿Cuáles son las condiciones indispensables para interpretar sin error la Biblia?
2.- ¿Qué peligro trae consigo la costumbre y norma del protestantismo, de la libre interpretación de la Biblia?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc