(Diálogo inspirado en el encuentro
entre el Etíope y Felipe en Hch 8, 26-40)
MADRE: El hombre, al tomar «El árbol del conocimiento del bien y del mal«, (Gn 2, 17), “por la seducción del diablo quiso «ser como Dios» (Gn 3,5), pero «sin Dios, antes que Dios y no según Dios» (S. Máximo Confesor, ambig.); tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios.[1]
HIJA: ¿Pero, que tiene que ver eso que dice con los niños, mamá?
MADRE: Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. S. Pablo lo afirma así: «Por la desobediencia de un solo hombre, TODOS [incluye a los niños] fueron constituidos pecadores» (Rm 5,19); «Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron…» (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el Apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: «Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida» (Rm 5,18).[2]
HIJA: Pero si los niños son inocentes, ¿Cómo puede un niño tener ese pecado?
MADRE: El pecado original es un pecado adquirido por el niño, mas no cometido por él. Es un pecado cometido, como ya lo explicamos, por nuestros primeros padres, pero que lo hemos adquirido todos. Para entenderlo podemos poner un ejemplo: un niño nacido, de una madre que haya consumido drogas, no es ni será culpable del error que su madre cometió; pero sí puede llegar a adquirir sus consecuencias que le afectarán. En ese sentido hija, todos los niños son inocentes, pero no inmaculados.
HIJA: Ay mamita, lo que hizo Adán a todos nos manchó de sucio… ¿Cómo hago yo para quitarme esa mancha del alma?
MADRE: Hija, esa mancha la borra el Bautismo. Jesucristo pagó con su propia sangre en la cruz todos los pecados de la humanidad y nos adquirió en su cuerpo a todos para que ahora todos fuésemos suyos. San Pablo dice en Col 2, 11-12 que con el Bautismo nosotros nos despojamos de ese cuerpo carnal manchado de pecado para nacer con Él a una vida nueva con su Pasión, Muerte y Resurrección.
HIJA: Bautízame entonces a mí mami, yo quiero volver a nacer otra vez.
MADRE: No te entiendo, hija. ¿Quieres volver a nacer?
HIJA: Sí Mami, tú me dijiste que yo puedo volver a nacer para nacer con Cristo. Anda sí! Yo no quiero seguir viviendo con el pecado de Adán.
MADRE: Está bien, hija. Mañana mismo vamos juntos a la Iglesia para buscar la información y bautizarte pronto.
HIJA: Siiii… graciaaaas… mami…! Gracias….! Mamá, ¿y qué otros regalos le da a uno papito Dios cuando uno se bautiza?
MADRE: El regalo más lindo es que serás hija de Dios. Ese fue el regalo más maravilloso que Jesucristo nos dio. Si yo no te bautizara te estaría quitando ese regalo que te mereces y que te pertenece.
HIJA: Qué regalo tan lindo nos da el Bautismo…! Poder ser hija de Dios…! Y le puedo decir papá, mami?
MADRE: Sí hija, de hecho Jesucristo nos enseña en el Padre nuestro que lo llamemos asi: Padre Nuestro.
HIJA: ¿Y tiene más regalos para mí el bautismo, mami?
MADRE: Sí, hija. Tiene muchos regalos más, muchísimas bendiciones. Te voy a terminar de contar, porque además, todo esas promesas las hizo Dios y están en la Biblia. Te las voy a mencionar: Serás una «nueva creatura» (2Co 5,17); «hija adoptiva de Dios» (Ga 4,5-7); «vas a comenzar a participar de la gloria y de la naturaleza divina»; (2P 1, 4); «coheredera y del mismo linaje de Cristo» (1Co 6,15; 12,27); y tu cuerpecito ya será para siempre «templo donde va a habitar el Espíritu Santo» (1Co 6, 19)
HIJA: ¿Todo eso para mí? Cuanto nos ama Dios, mami….! Eso que Dios me da es muchísisimo, es lindoooo. Yo también amo mucho a Dios y seré muy feliz cuando me bautice. Mañana vamos a la Iglesia.
MADRE: Si hija. Mañana vamos.
HIJA: ¿Sabes qué mamá? Hoy en la escuela vi una cruz en la pared y me hizo pensar mucho en todo lo que Jesús sufrió por nosotros.
MADRE: Por eso también es que desde temprano ya tú debes estar bautizada, hija. Porque el Bautizo de Jesús fue sacrificarse Él mismo con amor entregando su vida en la cruz para rescatarnos a todos del pecado y hacernos suyos confiando siempre en que Dios le iba a resucitar. Nuestra familia tendrá que pasar también por muchos momentos difíciles y todos los que vivimos en esta casa necesitamos por igual, grandes y pequeños, del auxilio de la gracia de nuestro Dios que nos ayudará a salir siempre adelante.
Ahora descansa y al cerrar tus ojos piensa solamente en ese traje hermoso de gracia que tu alma va a estrenar el día de tu bautizo. Te amo, hija. Dios te bendiga, duerme.
HIJA: Amén. Gracias mamá. Hasta mañana.
[1] CIC, 397-398.
[2] Ibid, 402.
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