Diálogo inspirado en el encuentro entre
el Etíope y Felipe en Hch 8, 26-40
ETÍOPE: Felipe, Yo quiero bautizarme para recibir a Jesucristo.
Pero, ¿Cómo hago, si apenas son un niño?
FELIPE: ¿Por qué dices que no puedes, amigo Etíope?
ETÍOPE: Porque mi mamá, que va al culto casi todas las noches, me dice que sólo se puede bautizar a la gente adulta. Pero, una pregunta, Felipe. ¿Y yo por qué tengo que esperar tanto?
FELIPE: Amigo, no tienes por qué esperar. Tu mamá tiene buena intención pero seguro recibió muy poca información en la fe cristiana católica. Hay pruebas en la Biblia y en la historia de que a los niños sí se les puede bautizar, pero tu mamá aun no lo sabe y yo a ti te lo voy a contar.
Empecemos por la Biblia: Cuando bautizamos a un niño le damos el más grande y el más hermoso de los regalos: PERTENECERLE A CRISTO” (1Co 6,19)[1]. Hay ocasiones donde son bautizadas familias completas y eso está en Hch 16,14-15 (bautizo de toda la familia de Lidia); en Hch 16,33 (Familia del Carcelero); en Hch 18,8 (Familia de Crispo), y en 1Cor 1,16 (Familia de Estefanás). San Pablo dice en Col 2,11-12 que “el bautismo reemplaza la antigua circuncisión y mediante él la persona se despoja del cuerpo carnal por la circuncisión en Cristo”. Si fuera prohibido bautizar a los niños allí Pablo lo hubiese dicho. El bautismo sustituye la circuncisión, la cual se hacía a muy temprana edad (Gn 17,12; Lev 12,3); eso les dio a los niños la oportunidad de poder también participar del bautismo y de despojarse de su cuerpo carnal para ser revestidos en Cristo (Gal 3,27). Abraham circuncidó a su niño Isaac a los ocho días de nacido, conforme le había ordenado Dios (Gn 21,3-4) y hasta el mismo Jesucristo fue circuncidado cuando apenas tenía 8 días de nacido (Lc 2,21). En conclusión, en ninguna parte de la Biblia se dice que esté prohibido bautizar a los niños.
ETÍOPE: ¿Cómo impedirle a los niños formar parte del cuerpo de Cristo si Él mismo dijo::“DEJEN QUE LOS NIÑOS VENGAN A MI, NO SE LO IMPIDAN”? (Mc 10,34)
FELIPE: Eso mismo me lo he preguntado yo, Etíope. ¿Cómo negarles a los niños la gracia de incorporarse al Cuerpo de Cristo si sabemos por las Sagradas Escrituras que por este sacramento entramos a formar parte de su Cuerpo? Incluso, dicen las Escrituras que por el Bautismo «…somos miembros los unos de los otros» (Ef 4,25) ¿Cómo imaginarnos al Cuerpo de Cristo, la Iglesia, conformado sólo por adultos y jóvenes sin la presencia de los niños? Si en sus intervenciones acerca de los niños Jesucristo les advierte a los adultos la exigencia de ser como ellos para poder entrar al Reino de los Cielos, esto deja entrever e inferir su capacidad y su derecho de poder participar también de esta Gracia.
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