Diálogo inspirado en el encuentro entre
el Etíope y Felipe en Hch 8, 26-40
FELIPE: Ser un discípulo incondicional. El discípulo respeta al Maestro y le obedece en todo, pues le ama y ama sus mandatos. Toma a María, su Madre, como maestra y modelo, pues ella fue la primera que lo recibió y lo conoció incluso mejor que los doce Apóstoles. María nos lleva a Jesús; nunca nos alejaría de Él. Ella dijo: “Yo soy la sierva del Señor, hágase en mí tal como has dicho.” Después la dejó el ángel (Lc 1,38).
Recibo a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores: “El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa digna de un profeta.”(Mt 10, 40). “En verdad les digo: el que reciba al que yo envíe, a mí me recibe, y el que me reciba a mí, recibe al que me ha enviado.” (Jn 13,20)
Recibo a la Virgen María y la llevo conmigo: “Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa”. (Jn 19,26-27)
Recibo la Iglesia por Él fundada porque sólo Ella es su cuerpo, y no otra iglesia posterior fundada por hombres: “Dios colocó todo bajo sus pies, y lo constituyó Cabeza de la Iglesia. Ella es su cuerpo y en ella despliega su plenitud el que lo llena todo en todos”(Ef 1,22). “El hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual es asimismo salvador” (Ef 5,23). Más citas sobre la Iglesia-Cuerpo de Cristo: Col 1,24; Ef 5,24-27
Acepto la Iglesia Católica como Cristo la tomó: ella es su Esposa. “Alegrémonos, regocijémonos démosle honor y gloria, porque han llegado las bodas del Cordero. Su esposa se ha engalanado” (Ap 19,7); “…Ven, que te voy a mostrar a la novia, a la esposa del Cordero.” (Ap 21,9)
ORACIÓN
(Felipe y Etíope):
¡Oh, Jesucristo!
Yo te recibo a ti INCONDICIONALMENTE
como MI SEÑOR y mi Dios
y me reconozco a mí mismo como tu DISCÍPULO.
Señor, a todo lo que tú dispongas, todo lo que tú organices, mandes, autorices o enseñes, yo sólo diré AMÉN…
En nada te he de contrariar, oh mi Señor.
No tengo atribución alguna de negar,
cambiar o anular una sola de tus disposiciones o mandatos.
Señor, amaré a quienes tú amas, recibiré a quienes tú mismo me has enviado como Apóstoles y sucesores tuyos; aceptaré a quienes tú aceptas (Mt 10,40; Jn 13,20).
Si tú amas a tu madre María, yo también la amaré con toda mi alma, con toda mi mente, con todas mis fuerzas;
si tú me la quieres ofrecer como mi madre,
¡Qué feliz y bienaventurado me siento por tal regalo y honor, mi Señor! (Jn 19,26).
Yo te digo con lágrimas de gozo y gratitud: AMÉN.
Yo recibiré en mi vida a tu madrecita María como Juan la recibió en su casa. Yo también la llevaré a mi casa, a mi corazón.
Si tú, oh Señor, tomas la Iglesia que fundaste
como cuerpo tuyo (Ef 1,22; 5,23; Col 1,24)
y por esposa tuya (Ef 5,24-27; Ap 19,7; 21,9),
yo solamente diré AMEN.
Entonces te diré como María:
“Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38).
FELIPE: Oye, amigo Etíope, la Biblia nos advierte algo muy importante que ambos debemos conocer: podemos ser un anticristo sin saberlo. Te explico: si somos rebeldes en la fe y no reconocemos plenamente a Jesucristo como el Mesías (1Jn 1,7); si persistentemente quitamos, negamos o nos oponemos a algo establecido por Él, no le estamos recibiendo; ya no estaríamos de su parte, sino del lado del Maligno, aunque creamos o aparentemos lo contrario e invoquemos infinidad de veces el nombre de Jesús. Muchos son los que permanecen en esto inculpablemente por desconocimiento de la verdad de la fe.
Pongamos un ejemplo:
Imagínate una función de teatro titulada: “¿CON JESUCRISTO, SIN MARÍA, SU MAMÁ?Mientras suben y bajan el telón se desarrollan las siguientes escenas:
Escena 1: Alguien se enamora y dice: «Te amo muchísimo, te amo tanto que quiero compartir todo mi tiempo contigo. No quiero hablar nunca con tu madre, no quiero ver nunca a tus familiares, ni a tus amigos; es más, quiero que los eches cuando estén cerca, porque sólo quiero compartir mi vida entera contigo y te amo».
Escena 2: Por otro lado podría decir: «Te amo muchísimo, te amo tanto que quiero compartir todo mi tiempo contigo. Tu mamá es bienvenida a visitar nuestra casa; tu familia es mi familia y tus amigos son mis amigos. Amaré a quienes tú ames. Somos una sola carne y aceptaré a todos a quienes tú aceptes».
Ahora te pregunto:
Etíope, ¿Cuál de las dos escenas se parece más a la manera como uno debe recibir a Jesucristo?
ETÍOPE: Me parece que la segunda escena
FELIPE: Yo opino igual que tú. Fijémonos en nosotros mismos: si alguien nos quita a nuestra madre o nos separa de ella y/o de nuestros amigos; si alguien anula o desconoce voluntariamente las decisiones que tomamos, significa que ya no nos está aceptando como somos, pues nos está condicionando. Nos está negando, aunque luego diga que nos quiere, que nos ama mucho y hasta nos dedique muchos versos, poesías, canciones, honores y demás.
Para poder recibir plenamente a Jesucristo, y no a medias, debemos actuar como en la segunda escena; recibir e incluir en nuestra fe a la Virgen María, los Santos, la Iglesia y a quienes Jesucristo eligió como sus Apóstoles y sus respectivos sucesores hasta nuestros tiempos. A Cristo se le recibe al comerle en la Hostia consagrada y cuando se obtiene la absolución de los pecados por medio del sacerdote, único administrador del sacramento de la confesión (Mt 18,18; Jn 20,22-23; Hb 5,1-3; Hch 19,18-19; Sal 31,3).