Apologética en la Liturgia de la Palabra
Tema: EL CULTO DEL CRISTIANO
Fecha: 23 de enero de 2021.
Sábado, II Semana del Tiempo Ordinario.
Lecturas del día: Hb 9, 2–14; Sal 46, 2–3, 6–9; Mc 3, 20–21
Comentario:
Ofrezco esta publicación a quienes asisten a lugares que llaman “culto” y hacen supuestas “cenas del Señor” con pan de bodega y jugo de uvas; y hasta lo dicen abiertamente, sin vergüenza alguna y confesando abiertamente que a Cristo no lo tienen, que allí no hay sino una representación o un símbolo de su Cuerpo y de su Sangre; y, para descalificar y evitar que sus seguidores vayan a la Iglesia Católica y comulguen en la Eucaristía, niegan que allí esté presente realmente Jesucristo. ¿Creen que con obras de teatro se van a salvar? Así son los actos de teatro, todo es representación, simbología, simulación de la realidad, ficticio. Eso son las “cenas del Señor” según las doctrinas protestantes.
El culto al que necesitamos ir:
Para saber cuál es el culto al que debemos asistir debemos instruirnos en la Sagrada Escritura. El texto de Hebreos que hoy nos trae la Liturgia nos recuerda que en la antigua Alianza, solamente el sumo sacerdote podía pasar al segundo tabernáculo, conocido como “lugar santísimo” con la sangre de las víctimas para allí hacer la ofrenda de expiación por los pecados suyos y los del pueblo. Aquel rito era solo figura del culto perpetuo que Cristo Redentor traería a la humanidad.
Llegada la plenitud de los tiempos, Jesucristo inauguró el nuevo y definitivo culto, mediante la ofrenda a Dios de su mismísima carne y su mismísima sangre. No se presentó con sangre simbólica y figurativa. Fue a la cruz y ofrendó su mismísimo cuerpo para establecer, mediante el culto que inauguró en la Última Cena con pan y vino, la Víctima que la humanidad necesitaba presentar a Dios para su salvación.
Por lo tanto, en el culto de los cristianos la sangre de Cristo no puede ser sustituida por simulaciones, ni tenida por accesoria, o imposible de tener. De ser así, Jesús no nos habría ordenado: “Tomad y comed esto es mi cuerpo…, tomad y bebed esta es mi sangre” (Mt 26, 26-28). Sin la Carne y la Sangre de Cristo presente, ¿qué hace el hombre ofreciendo cultos a Dios? Distraerse, engañarse y perder el tiempo; enredados en los artificios del diablo para evitar que la Sangre redentora de Cristo se haga presente donde se reúnen.
«Cultos» de extravío:
Algunos van a lo que llaman «culto», solo para «leer y aprender de la Palabra,» pero se quedan hasta allí. Lo demás es relleno intrascendente y hueco: escuchar música y recibir y dar abrazos que les haga sentir bien, ¿no crees que confunde al culto con un concierto, con un lugar de fiestas?
Para realizar el culto necesario que le salve, el hombre hace silencio y Dios habla, el hombre es obediente y Dios le indica su voluntad; el hombre le pregunta a Dios ”¿Qué debo hacer?” Dios le ordena: “come y bebe el Cuerpo y la Sangre de mi Unigénito”, y el hombre responde: “Amén”.
Al saber que solo sangre viva y real de Cristo presente en el culto que ofrece a Dios le puede salvar, ¿seguirá haciendo teatros de «cenas del Señor» donde su presencia en cuerpo y sangre es solo una semejanza? ¿Seguirán alterando las palabras de Cristo, haciéndole decir a uno y otro que Cristo instituyó la cena del Señor diciendo: “Tomad y comed que esto es como mi sangre”, “Tomad y bebed que esto es como mi sangre?”
Para compartir:
1.- ¿Qué es lo esencial que debe estar presente para que el culto ofrecido a Dios sea salvífico?
2.- ¿Por qué la Eucaristía es el único culto donde realmente se hace presente Jesucristo para hacerse Víctima de expiación por nuestros pecados?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc
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