*Jehová no es el nombre de Dios:*
(55) Hasta los diccionarios más reconocidos lo confirman. No se debe usar esta palabra; los errores deben corregirse y no prolongarse:
- a. Gran Enciclopedia Universal: “JEHOVÁ: incorrecta forma de pronunciar y deletrear el nombre del Dios de Israel, Yahvé.”
- b. Diccionario Enciclopédico; (Plaza Janes, S. A.): “JEHOVÁ: Lectura errónea de Yahveh.”
- c. Enciclopedia Británica: “JEHOVÁ: Una errónea lectura del nombre del Dios de Israel”.
- d. Enciclopedia Americana: “JEHOVÁ: Una errónea pronunciación del nombre del Dios de Israel en la Biblia.”
- e. Nueva Enciclopedia Larousse: “JEHOVÁ: Forma incorrecta del nombre de Yahvé…”
*¿De dónde apareció el nombre de Jehová?*
(56) Hay personas que para intentar fundamentar su tesis de que Jehová es el verdadero nombre de Dios elaboraron el siguiente argumento.
“Jehová está compuesto de las formas abreviadas del imperfecto, el participio y el perfecto del verbo hebreo “ser” (ye = yehi; ho = howeh; wa = hawah). De acuerdo a esa explicación, el nombre de Jehová sería “el que será, es y ha sido”. De allí sale a seducir almas diciéndoles que Jehová es el mismo ‘YO SOY EL QUE SOY’ que aparece en Ex 3,13-14. Todo ese argumento es falso, ya que tal formación o raíz que muestra de la palabra Jehová no tiene existencia y o analogía alguna en el idioma hebreo”. A continuación, la información exacta del origen del nombre Jehová:
Surgió de adulterar y falsificar el nombre sagrado de Adonai (‘El Señor’); nombre de origen griego utilizado siglos recientes antes de Cristo para invocar a Dios (Is 37,24) (Ver: GB, N° 330).
Fue un error cometido por los Masoretas entre los siglos VI y X después de Cristo. Ellos eran monjes rabínicos de la escuela del tiberiades, cerca de Jerusalén, y se dedicaban a hacer copias fidedignas de las escrituras sagradas
Los masoretas querían darle pronunciación al nombre de Dios, representado en las cuatro consonantes del idioma hebreo ‘Y-H-W-H’. Ellos introdujeron en medio de esas letras las vocales de ‘ADONAI’; es decir: intercalaron las vocales ‘A-O-A’ entre las consonantes “Y-H-W-H”. La ‘I’ al final de Adonai no la contaron por ser consonante para los hebreos (por ejemplo: “INRI” = ‘Jesús nazareno, Rey de los judíos’). De esa fusión resultaba ’YAHOWAH’; pero ellos, le quitaron a Adonai la primera vocal (‘A’) y la cambiaron por la ‘E’, y de ese error surgió finalmente la palabra ‘YEHOWAH’, que nosotros la pronunciamos como ‘JEHOVÁ’.
Hubo allí una falsificación de un nombre sagrado: ’Adonai’. Lo que ni siquiera entre los hombres está permitido por las leyes (alterarle el nombre a las personas), menos ha de ser aceptado que se le esté haciendo a Dios.
La misma Iglesia Católica siglos después, al darse cuenta del error, hizo la corrección y dejó de utilizar la palabra JEHOVÁ. Corregir los propios errores es de sabios. Es lo propio y es honesto que, quienes hoy lo utilizan, hagan lo mismo.
*Está escrito en la Biblia por qué no le podemos decir Jehová a Dios:*
(57) “No tomarás el nombre de Dios en vano; no lo pronunciarás en falso” (Dt 5,11; Ex 20,7).
“No profanarás el nombre de su Dios” (Lv 21,6).
Aquí está revelado su nombre: ‘yo soy el que soy’. Él nunca dijo ‘Jehová” (Ex 3,13-14).
«Santificado sea tu Nombre” (Mt 6,9). «santo» significa “sin mancha”; el nombre de Dios no puede tener mancha alguna. El nombre de Dios es sagrado y se le ha de respetar.
Si usted, amigo lector, tiene respeto por Dios y lo honras, deberás de decir ahora mismo, y en adelante: ‘no mancharé con mis labios el nombre de Dios’.
*Otras evidencias del error del nombre Jehová.*
(58) Así como hoy, en la cultura hebrea del Antiguo Testamento se le daban nombres compuestos a los niños: una partícula refería directamente a Dios y otra a una cualidad o rasgo del mismo Dios. En los siguientes ejemplos se puede ver cómo para estos nombres especiales se tomaba la primera parte del tetragrama YHWH: ”YH”, respetando siempre la primera vocal “A” de ADONAI (”YAH”) y al mismo tiempo se puede apreciar cómo sería el resultado con esos mismos nombres si allí se hace lo mismo que hicieron los masoretas, cambiando la “A” por la “E” para obtener de allí el nombre Jehová:
ABDÍAS: viene de Abd-YaH que quiere decir, siervo de YaHVéH. Si se cambia la “A” por la “E” quedaría Abd-YeH y al final el nombre no quedaría ABDÍAS sino ABDÍES.
ELÍAS: viene de El-YaH que quiere decir, mi Dios es YaHVéH. Si se cambia la “A” por la “E” entre la “Y” y la “H” quedaría El-YeH y al final el nombre no quedaría ELÍAS sino ELÍES
JEREMÍAS: viene de Jerem-Yah que significa, sostiene YaHVéH. Si se cambia la “A” por la “E” quedaría Jerem-YeH y al final el nombre no quedaría JEREMÍAS sino JEREMÍES.
ISAÍAS: Viene de Isa-Yah… salva YaHVéH. Si se cambia la “A” por la “E” quedaría Isa-YeH y al final el nombre no quedaría ISAÍAS sino ISAÍES.
Otro ejemplo más: La exclamación litúrgica: «HALLEL-U-YAH» significa: «Alabad a YaHVéH». Por lo tanto, la primera vocal no es la letra «E» como pensaban los masoretas sino la letra «A». Si fuera con la letra “E”, ¿cómo la estarían pronunciando cuando cantan…? Estarían cantando: ¡ALELUYEEE, ALELUYEEE, ALELUYEEEE….!
*¿Jehová es Dios?*
(59) Quien invoca a Jehová puede estar cayendo en idolatría, aun cuando no esté consciente de ello. Muchas veces las personas estamos cometiendo errores sin saberlo, y es un bien que alguien nos advierta y auxilie a tiempo. Te lo explicaré con detalles:
*Jehová no existe.*
(60) El nombre de Dios es su misma identidad, así lo reveló Él mismo cuando le dijo a Moisés: ‘yo soy el que soy’. Jehová es un nombre falso, y, posiblemente, un falso dios, porque Dios nunca se dio a sí mismo esa identidad, y ya sabemos que deriva de hombres a partir de una falsificación del nombre Adonai. Por no ser la identidad de Dios, no corresponde a Dios; y no tiene, por lo tanto, existencia. Llamar y considerar como Dios a lo que no es Dios, eso se llama ídolo. Y quienes invocan falsos dioses se convierten en idólatras.
*¿Cuál es el peligro de invocar a Jehová?*
(61) Los hijos de Dios caminan hacia la verdad y se apartan de todo error; pues, donde va el error, allí va también la mentira, y donde habita la mentira el que hace sus obras es el diablo.
Imaginemos un telegrama de parte de Dios diciendo: ’Jehová, ¿quién eres tú que no soy yo? ¡Yo jamás he dicho que ese sea mi nombre! Atte.: “yo soy el que soy” (Ex 3,13-14). O diciéndole a cualquiera de los que usan ese nombre: ‘¿A quién invocas que no soy yo? ¡Ese, el tal “jehová” a quien invocas, no soy yo!’. Y a los lugares de culto donde se congregan les podría decir: ‘¡Vuelvan a mí! Abran sus mentes. ¿No ven que están siendo llevados bajo engaño por el Diablo a hacerles creer que me están llamando a mí, cuando en realidad con ese falso nombre está intentando arrastrarlos a un dios falso tan semejante y a la medida de las doctrinas que siguen y enseñan?
Doctrinas con error y un nombre para su dios también con error, es un arriesgado camino en falso que les puede desviar del Dios verdadero. De ahí que, un nombre falso de dios, nos pone ante el inminente riesgo de tropezar en una situación de idolatría, y de ser alumbrados y descubiertos como apartados de Dios ante la luz de su mandato: ‘No tendrás otros dioses fuera de mí” (Dt 5,7; Ex 20,3). Recordemos esto: si por la confesión de los labios nos dirigimos a un falso dios quedaremos confundidos y defraudados (Rm 10,10-12), dejando a riesgo la propia salvación.
*Porque erróneo es el nombre Jehová, erróneo es, en consecuencia, el dios al que le corresponde tal nombre.*
(62) Pero, como el Dios verdadero no es erróneo, entonces ese dios erróneo no es Él, sino otro dios falso que pretende ocupar su lugar; es decir: ¡es un ídolo! Y de aquellos que van tras ellos dice la Palabra: “que sean como ellos quienes los hacen y quienes ponen en ellos su confianza” (Sal 115,8); es decir: IDÓLATRAS. El diablo los entretiene haciéndoles condenar de idólatras a los católicos, pero les quita la luz para que no miren el espejo que tienen al frente.
*¡Alerta con ‘Jehová’!*
(63) “No pronunciarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en falso; porque Yahvé no dejará sin castigo a quien pronuncie su nombre en falso” (Ex 20,7 y Dt 5,11). Apliquemos una sencilla parábola para mostrar, con este pasaje bíblico, el peligro que tiene para un alma, invocar y confesar a ‘JEHOVÁ’ como su dios. Pongamos este ejemplo: en una carretera para ir a una ciudad lejana, alguien que no quiere que la gente llegue a esa ciudad, coloca nombres en falso durante el camino indicando hacia desvíos equivocados, ¿cuántos viajeros lograrán llegar a la ciudad que tomaron por destino? ¿Muchos que no conocen bien el camino se desviarán, verdad? Entonces dirán: ’¡Me he perdido! ¡Una falsa señal me desvió! ¡Alguien me engañó! ¡Ahora tengo que devolverme a buscar y tomar el camino verdadero!’
*Jehová, un nombre para desviar de Dios a los cristianos.*
(64) El falso nombre ‘Jehová’ es una astuta trampa de Satanás para que las almas que lo usen no lleguen a Dios cuando lo busquen. Mientras creen que están confesando al Dios verdadero, los tiene, a ciegas, confesando a un dios que no existe. Así los va alejando del Dios que buscan; pero de ello no se dan cuenta por la ceguera espiritual; son ‘Bartimeos’ que necesitan encontrar a Cristo (Mc 10,46-52). Y es que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz (Lc 16,8); sus obras no salen a la luz para que no sean descubiertas (Is 29,15).
*El nombre ‘Jehová’ adultera la Biblia:*
(65) Es fácil tropezar con ese falso dios, ya que su nombre, a simple vista, parece inofensivo. El príncipe de las tinieblas hace que sus siervos impriman y difundan Biblias con ese nombre en muchísimas páginas para que crean que es el verdadero nombre de Dios. Pero, claro; lo haría con Biblias que no pasan nunca por la revisión y aprobación eclesiástica de los obispos católicos, ya que él sabe que ellos son los sucesores de los apóstoles y los ministros de Cristo en la tierra.
La palabra Jehová no debe estar en la Biblia; la Palabra de Dios es sagrada y no se le ha de desvirtuar, ofender o adulterar, pues así está escrito: “Yo, por mi parte, advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: “Si alguno se atreve a añadir algo, Dios echará sobre él todas las plagas descritas en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la Ciudad Santa descritos en este libro” (Ap 22,18-19).
*Los cristianos le decimos a Dios ‘Abba’-‘Padre’*
(66) Jesucristo es el camino, la verdad (Jn 14,6) y la manifestación definitiva ante el mundo de un rostro que antes, en la Antigua Alianza, era imposible de ver.
En palabras del Papa Emérito Benedicto XVI: “Jesús nos muestra el rostro de Dios y nos da a conocer el nombre de Dios. En la Oración Sacerdotal, en la Última Cena, Él dice al Padre: He manifestado tu nombre a los hombres… Les he dado a conocer tu nombre» (cf. Jn 17,6.26)”.
Quien ve a Cristo ve a Dios. Él tiene toda potestad y autoridad (Mt 28,18), y enseñó a sus discípulos el nombre de Dios; lo llamó “abba”, que en arameo significa “padre”. Así lo reveló Cristo a sus apóstoles, y así lo predicaron ellos a sus posteriores sucesores (Mc 14,35-36; Rm 8,15; Gal 4,6).
*Debemos cuidarnos de fariseísmos.*
(67) Estamos frente a un tema resbaladizo. Fácilmente podemos caer en aquello que Dios cuestiona: “me honran con sus labios, pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13); por un lado, presumir con un celo exaltado por el modo de usar el nombre de Dios, y, a la vez, estar divorciados de la sana doctrina y del mandamiento del amor. Cristo, con su propio testimonio, nos enseña que al Nombre de Dios se le ha de glorificar tanto con las palabras como con la vida toda (Jn 12,28) y nos cuida y advierte de dualismos contradictorios (Rm 1,18-21).
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