Miércoles, XXIV Semana del T. Ordinario
*Lecturas del día:* 1Cor 12, 31—13, 13; Sal 32, 2–5, 12, 22; Lc 7, 31–35
*Comentario:*
La insensatez fue una enfermedad espiritual que encontró Jesús en la generación de su vida pública, y sigue siendo, hoy, la enfermedad de muchos que se ciegan con su visceral rechazo y, por su endurecido modo de pensar terrenal, ante la voz de Su Iglesia. Dijo Jesús:
_»«¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: «Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado.»_ *(Lc 7, 31-32)*
Ante esta barrera tienen que lidiar, con mucha paciencia, quienes participan en debates de apologética en Internet o presencialmente. Hay muchísimos protestantes y hermanos separados de la Iglesia, que, por más que les muestren con espléndida claridad que la doctrina católica es correcta, verdadera, acorde con las Sagradas Escrituras y con la Historia; sin embargo, no dan el brazo a torcer y siguen escupiendo hacia la Iglesia los mismos dardos de desprecio y agresividad.
Esta dañina actitud se ve presente de manera muy alarmante, en millares de católicos que hacen oídos sordos a la voz de Su Iglesia, y la desafían abiertamente entregándose sin el más mínimo cuidado a todo cuanto les ofrece y propone el mundo y sus ideologías dominantes.
Una de esas ideologías, que entró y contaminó la fe en muchos cristianos, la introdujo Martín Lutero con su tesis doctrinal, _sólo la fe, sin necesidad de las obras, nos salvan_. Esa herejía trajo el divorcio entre la fe y la vida, la descalificación al mandamiento más importante: el Amor. Al menospreciar la caridad, acabó con justificar el mal y patrocinar el relativismo moral, situación que ha traído tantísimo daño y dolor al mundo entero.
Todavía son muchos los seguidores de sectas que, de una u otra forma, siguen al pie de la letra la creencia de que la perfección cristiana la alcanzan mediante meras declaraciones y afirmaciones, que, bañadas con grandes sentimientos y emociones, hacen creerles, tal cual droga, que ya tocaron y viven en la cúspide del mismo cielo.
San Pablo, en *1Cor 13, 8-10. 13*, les hace aterrizar, corrigiendo a Martín Lutero y a sus hoy seguidores, diciéndoles que por encima de la fe y de la esperanza, está la caridad. Ese es el carisma mayor al que hay que esperar, porque en él es que todos seremos examinados cuando nos presentemos ante Dios.
*Para compartir:*
1.- _¿Qué síntomas de divorcio, indiferencia, y relativismo espiritual, notamos se encuentran a nuestro alrededor, y tal vez, en nosotros mismos?_
2.- _¿Quién es mayor, la fe o la caridad? ¿Por qué?_
*Elaborado por:*
Pbro. Héctor Pernía, mfc
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