Lunes, XI Semana del T. Ordinario
Lecturas del día: 1Re 21, 1–16; Sal 5, 2–3, 5–6, 7; Mt 5, 38–42.
Comentario:
La Palabra de Dios de los primeros días de esta semana nos trae los elementos que caracterizan a una secta y a la Iglesia; a un hijo del maligno y a un hijo de Dios. Oportuna ocasión para que, tanto dentro y fuera de la Iglesia Católica, cada uno revise las actitudes que tiene y sepa, realmente, de qué lado está: ¿con Dios o en contra?
Lo indicativo de una secta, según el diccionario de la Real Academia, es el “conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica” En lo relativo a la fe, son las personas que se separan del corazón de Dios, que es universal, abierto, y abarca a todos por igual con su misericordia y con los bienes de la creación, y se cierran en su egoísmo justificados por su afán de codicia a acaparar para ellos solos los bienes de la creación; y, por cumplir su propósito, roban, matan, engañan, calumnian, atropellan a los débiles.
Aunque, lo común es que esta palabra la acuñamos solo a asuntos doctrinales, su significado más profundo extiende sus ramas hacia el modo como todo ser humano trata al prójimo y a los bienes de la creación, y acusa a las escandalosas injusticias de opresión y acumulación de todos los bienes en muy pocas personas. La mayoría de los pastores protestantes desbordan en suntuosos bienes y enormes sumas de dinero, apunta de diezmos, ofrendas y supuestos pactos con Dios; mientras, la mayoría de sus seguidores, y de sus propias familias, sufren la escasez y la miseria.
Son las actitudes de ira y reconcomio de Ajab, el rey de Samaria; y, sobre todo, de su esposa Jezabel, porque su vecino Nabot no le quiso vender la viña que le heredaron sus padres. Su obsesión egoísta condujo a Jezabel a calumniar a Nabot inventando la calumnia de que había maldecido al rey y a Dios. Incriminó a otros haciendo que lo apedrearan fuera de la ciudad, y luego tomó la viña y se la entregó a Ajab.
En Ajab y Jezabel, y el pueblo que se hizo cómplice de su maldad, se leen los signos propios de una secta. Sus corazones se replegaron en el encierro de su propias pasiones e ideas, y se desentendieron de actuar tal cual debían hacerlo: a imagen y semejanza de Dios, que en lugar de acaparar para su disfrute solitario la creación, ama y celebra que ésta sea del goce y del disfrute de todos.
Lo opuesto a estas dañinas actitudes de sectarismo es la catolicidad del alma; y se manifiesta en la expansión amorosa del corazón que sufre ante las privaciones ajenas y remedia con sus propios bienes las carencias de sus vecinos. Decía San Ireneo:
“En todas las cosas Cristo te invita a ser útil a tu prójimo, no teniendo en cuenta su maldad, sino poniendo tu bondad al máximo. De esta manera nos invita a hacernos semejantes a nuestro Padre «que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos». (Mt 5,45).
Fuente:
1] IRENEO de Lyon. Contra las herejías: Ir más allá del legalismo. « No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas» (Mt 5,17), IV, 13,3. https://www.deiverbum.org/mt-05_38-42/
Para compartir:
1.- ¿Qué signos de sectarismo encuentras en la sociedad, en tu ambiente más cercano?
2.- ¿Es tu corazón expansivo en la generosidad o ensimismado en el egoísmo?
Elaborado por:
Pbro. Héctor Pernía, mfc
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