*Lecturas:* Neh 8, 2–10; Sal 19, 8–10, 15; 1Cor 12, 12–30; Lc 1, 1–4; 4, 14–21.
*Comentario:*
La gran diferencia entre los cultos paganos y el culto judío era la presencia insustituible de la Proclamación de la Palabra de Dios. Y ésta era una razón lógica y consecuencial: los ídolos no pueden revelarse. Sólo el Dios vivo puede hacerlo. Sólo Él existe.
Pero no es suficiente con que Dios se revele: siempre hace falta un corazón que acoja su Palabra, que la crea, que la obedezca y que la viva.
De esta manera, al escuchar los textos de este Domingo hemos de descubrir de qué manera – personal y comunitariamente- acogemos esta Palabra.
Cristo mismo nos muestra cómo acoger esta Palabra: tras proclamarla en la sinagoga de Nazaret, acoge la Profecía de Isaías en primera persona y anuncia el cumplimiento de la misma en ese momento. ¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiera acogido esta palabra profética sobre sí mismo? Seguramente, la Iglesia nunca hubiera adquirido la seguridad que tiene ahora sobre la Palabra de Dios cumplida en Él.
Por lo tanto, la Iglesia entera necesita renovar su Fe en la Palabra para que pueda renovar el Anuncio de la Salvación, pues sólo cuando se renueva la escucha y la acogida de la Palabra, se renueva la Evangelización.
*Para compartir:*
1-. ¿ Qué necesitas renovar en ti para acoger la Palabra con.fe?
2-. ¿Has leído la Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación? Si no, te invito a leerla.
*Elaborado por:*
Christopher Cortés, mfc
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