*Lecturas del día:* Lev 23,1. 4-11. 15-16. 27. 34-37; Sal 80; Mt 13, 54- 58
*Comentario:*
En la escucha diaria que venimos haciendo de la Palabra de Dios, las lecturas de hoy nos brindan una oportunidad muy especial para reflexionar acerca de una situación que suele ocurrir en la vida de los Cristianos.
Es bien sabido que muchas de las expresiones que utilizamos cotidianamente están inspiradas en la Biblia: en sus historias, sus personajes, sus sucesos, e incluso, algunas son textuales, tales como _»el que no trabaje, que no coma»_ *(2Ts 3, 10).*
Sin embargo, existen otras expresiones que se han tomado como textuales y que la gente las repite o que ni siquiera existen en la Biblia de forma textual, pero la gente cree que sí, como la famosísima «Ayúdate que Yo te ayudaré».
Pero tal vez las situaciones más peligrosas son aquellas en las que las personas creen que algunas de estas frases son un motivo para hacer o no hacer algo que Dios ha mandado y que permanece como enseñanza perpetua.
En este sentido, la frase final del pasaje evangélico de hoy es un ejemplo clásico: «Nadie es profeta en su tierra» no es la afirmación específica de Jesús, sino «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa». Y aunque parezca que son lo mismo, no lo es, ni lo significa.
La enseñanza original de Jesús hace referencia a una situación que cada uno de los Profetas del Antiguo Testamento experimentó: el rechazo del Pueblo o de las Autoridades a la Palabra de Dios que ellos proclamaban – no por su propia iniciativa -, sino por obediencia al Señor. De esta forma, lo que Jesús hace es reafirmar lo que Dios siempre había reclamado a su Pueblo elegido: sus oídos cerrados y su corazón de piedra.
Sin embargo, la forma en como la gente repite estas «palabras de Jesús» traiciona su enseñanza y su intención, ya que en ningún momento Él aceptó que sus Enviados callaran el anuncio Evangélico que les había confiado, sino que – de acuerdo a sus verdaderas palabras – lo proclamaran a «tiempo y a destiempo», aunque los propios familiares y paisanos rechazaran el anuncio de la Salvación.
Por esta razón el Discípulo-misionero no tiene ningún permiso o pretexto para no anunciar el Evangelio; más aún, es entre su familia donde su testimonio y su palabra ha de ser más firme y coherente, aunque con quienes viven no lo acepten ni lo reconozcan. Esta fue la enseñanza propia de Jesús, no darnos una cláusula de escape a nuestra identidad cristiana.
Si no somos Profetas en nuestra tierra ¿Dónde lo vamos a ser? Son quienes nos conocen y con quienes convivimos los que necesitan mirar nuestro testimonio de conversión y escuchar la Palabra de Dios diariamente por nuestras obras y nuestros labios.
Sobre todo como católicos estamos llamados a romper el paradigma que provocamos en nuestra cultura de que la gente piense que el evangelizar casa por casa o fuera de los templos es algo «protestante» y que asumamos la Evangelización como nuestro «Forma cotidiana de ser».
*Preguntas para compartir:*
- _¿Cómo erradicar de nuestro corazón los malos entendidos que hemos asumido respecto al anuncio de la Palabra de Dios?_
- _¿Dónde encuentras tu fuerza para anunciar a quienes te conocen el Evangelio?_
*Elaborado por:*
- Christopher Cortés, mfc
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