El pecado daña y destruye. Por ejemplo: un robo, una traición o una infidelidad, dañan la confianza en quien lo comete y perjudica tanto al pecador como a los que son afectados.
Las enfermedades corporales dañan principalmente al cuerpo; pero, el pecado, afecta a toda la persona. Por eso Jesús advierte: “No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno” (Mt 10, 28). Basta recordar la Pandemia del Covid-19: ¡Tanto pánico y miedo en todas partes! En cambio, ante el narcotráfico, el asesinato, la mentira, el engaño, el robo, la apostasía, ¡qué poco o nada de temor!
En una persona, una comunidad, una nación, o en la misma humanidad entera, el pecado es muy semejante a quien padeciendo un vicio o una enfermedad crónica, ignora y menosprecia las advertencias y consejos de quienes procuran su bien. No es tan grave la enfermedad en sí misma; lo que sí es grave es la actitud de ignorarla intencionadamente; como diciendo: ”¡Y a mí qué me importa!”
Como indica el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 407): “Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres”.
Un pecado cualquiera, reconocido y sanado a tiempo, evita muchos males; pero, ignorado y obstinado en mantenerse, da origen a una cadena de males muy difíciles de atender y revertir.
Llama la atención que el Catecismo de la Iglesia Católica ponga de relieve el efecto destructor que el pecado ocasiona cuando penetra y domina en el ámbito político y social, ya que arrastra al error a muchas más personas. Un claro ejemplo de ello es el sombrío ambiente de la amenaza bélica nuclear que crece de modo alarmante en el concierto de las naciones.
Como toda herida, el pecado requiere atención a tiempo. Esto es posible cuando el paciente reconoce su enfermedad y busca, él mismo la cura. Que cada uno reconozca su propia situación de pecado y acuda al hospital de la misericordia donde el sacerdote, en nombre de Cristo, perdona y libera, para siempre, de todas las culpas.
Para compartir:
1-. ¿Por qué el pecado ocasiona más daños que una enfermedad corporal?
2-. ¿Cuál es el hospital de la misericordia donde el pecador puede acudir para sanarse plenamente de sus faltas y culpas?
Autor:
Pbro. Héctor Pernía, mfc